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El Camino de Santiago a su paso por La Rioja

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De Navarrete a Santo Domingo de la Calzada

Vamos a retomar en sucesivas entradas el que sin duda ha sido uno de nuestros más entrañables viajes, casi el que más recordamos y, sin duda, el que tenemos claro que algún día volveremos a hacer.

Habíamos dejado la mochila en Navarrete, en tierras de La Rioja (nuestro camino comenzó en Somport - Huesca y se puede seguir desde el inicio en la etiqueta de "Camino de Santiago") y desde su pintoresco albergue salimos muy temprano, tras despedirnos de los albergueros (sonrisa puesta y "Buen Camino") y de algunos de nuestros compañeros como John, un maduro ciclista británico con el que nos volveremos a encontrar.

A la salida de Navarrete está el cementerio. En él se colocó como acceso la portada del Hospital de Sanjuanistas, que estaba a la entrada del pueblo en ruinoso estado.


Fue una magnífica idea, gracias a la cual podemos ver una magnífica portada que si contemplamos de cerca nos llevará hasta un conjunto de figuras como máscaras, caballeros en lucha, San Miguel enfrentándose al dragón y muchas más, que nos tendrán un rato entretenidos.

Hecha esta obligatoria parada, seguimos nuestro camino y bastará decir que en mis apuntes aparece esta jornada definida como "día penitencial".

12 kilómetros de viento y lluvia nos separan de Nájera.


Mientras caminamos por este tramo, podemos contar que aquí hubo dos conventos, uno templario y otro antoniano. De sus sillares tal vez se extrajera piedra para construir casas en Navarrete u otros pueblos.

Vamos acercándonos hacia el Alto de San Antón, donde se contemplan las tierras donde reina la Sierra de la Demanda. 

Recorrido liviano si no fuera por el tiempo de perros que hace. 

Lugar invadido de leyendas, por otra parte, como la que sitúa por aquí hazañas de Roldán, una de ellas es la que narra su victoria sobre un gigante sirio, de nombre Ferragut. Ahora quedan viñas y visión panorámica hacia el Valle del Najerilla, que viene después.


Pero sería injusto pasar por aquí sin recordar el detalle tan bonito que una asociación de amigos de los peregrinos (supongo que los de Nájera, pero sólo lo supongo) ha tenido con los caminantes.

Bien es sabido que el Camino de Santiago se señala a través de flechas amarillas y montículos de piedras. 

El camino de Navarrete a Nájera, al menos cuando nosotros pasamos, estaba lleno de estas marcas que, de alguna manera te acompañan, porque es como si una voz te dijera "vas bien".


De momento, lo normal, aunque pronto comienza a parecernos extraña la profusión de flechas y montículos. Sin duda, han querido hacernos más agradable el camino y ponerle su anécdota.  Hemos llegado al territorio de las flechas y los montoncitos de piedras, que viven aquí en feliz armonía. 


Durante un buen rato nos hemos olvidado del frío y del mal tiempo y hemos formado parte de las claves del Camino de Santiago. Alguien nos ha acompañado en el Camino, muchos peregrinos han estado con nosotros.

Por fin Nájera. Un cartel a la entrada: "Peregrino, en Nájera, najerino". 

Tenía yo ganas de conocer Nájera y las sigo teniendo, porque la visita no dio para mucho. Estamos tan empapados que nos llega justito para ir corriendo al primer bar abierto que encontramos, donde nos dedicamos a entrar en calor tomando algo caliente y descansando, sin ganas de mucho más.

A la salida, sigue lloviendo y Santa María la Real, la iglesia más importante de Nájera, que forma parte de un monasterio y que también es panteón de los Reyes e Infantes de Navarra, está cerrada. Así es que sólo la vemos por fuera y no tengo ni una triste foto que poner que sea nuestra.

Ya tenemos en nuestro haber 12 kilómetros y nos quedan 22 hasta Santo Domingo de la Calzada (para mí demasiado). Tras alguna fotografía a la salida de Nájera, en un paraje que parece la entrada a un bosque mágico y rodeado de brumas, nos ponemos en marcha hacia Azofra, el siguiente punto donde pararemos a comer y del que nos separan unos 5 kilómetros.


Seguimos hacia Azofra atravesando pinares y viñedos. No es mal camino ni dificultoso. 


Surge nuestro destino entre tierras rojizas. Nos metemos en uno de los dos restaurantes que hay en la entrada para reponernos en cuerpo y alma. Las comidas en la Rioja son de Notable alto para arriba, todo hay que decirlo, así es que, por un rato, nos olvidamos de los quince kilómetros que tenemos pendientes.

En este intervalo el tiempo ha mejorado y tenemos un sol suavecito para acompañarnos. Aún no hemos salido de Azofra, cuando nos detenemos ante una casa, rojiza como la tierra, que nos llama la atención. 


Unos lugareños se nos acercan y nos hablan de la casa en cuestión que perteneció a gente noble y conserva sus imponentes escudos. 

La tradición hospitalaria de La Rioja, se personifica en el señor Enrique, que nos hace acompañarle hasta la capilla de la Virgen de sus devociones: La Virgen de Valvanera.Nos hace entrar a su bodega, probar su vino, nos cuenta su historia, compartiendo con nosotros sus recuerdos. Nos ofrece higos, alcachofas y lo que nos queramos llevar. Por supuesto, también llevarnos en coche hasta Santo Domingo para que no nos cansemos.



Ha sido un placer. Por recuerdos como este, vale la pena hacer el Camino.

Saliendo de Azofra, una carretera nos llevaría a San Millán de la Cogolla a unos 20 kilómetros y a la red de monasterios de Yuso, Suso o Valvanera, donde se guardan los orígenes de la lengua castellana.

Nosotros seguimos hasta una señal que nos indica que hasta Santo Domingo son tres horas. 

Estamos atravesando literalmente La Rioja. 

Mañana dormiremos en tierras de Burgos, pero de momento viñas y más viñas son nuestra visión constante. 

Pasaremos por una acequia, llegaremos hasta las curvas de "La Degollada", encontraremos un pueblo  o aldea llamada Cirueña, en la que entraremos y nos iremos pronto porque no hay bar ni nada.



Tierras profundas. Dura jornada la de hoy.

Los últimos cinco o seis kilómetros, los hago con el automático puesto. 

Anima cuando al fondo ves la silueta de Santo Domingo de la Calzada, pero media hora falta todavía, eso sí, en descenso y línea recta.



Cuesta entrar a esta población, que tiene más zona industrial que la esperada. 

Es de noche cuando por fin pisamos el casco urbano de Santo Domingo y aquí, donde la leyenda dice que "canto la gallina después de asada", poco vamos a ver, aparte del albergue. 

Si pusiera fotos no serían nuestras. Esta es la última de nuestro recorrido de hoy. 



Profundamente jacobea, Santo Domingo toma su nombre del santo fundador, célebre constructor y pontífice del Camino. 

La ciudad conserva su rúa peregrina y un curioso trazado urbanístico. Visita obligada es la Catedral. 

Tenemos una deuda pendiente con las dos principales poblaciones de hoy: Nájera y Santo Domingo, que esperamos cumplir en breve y poder hablar de ello desde este blog.

¿Cómo finalizó nuestra jornada? Llegamos al albergue y está completo. Han habilitado un pabellón al que nos dirigimos, desolados. Hace frío y no hay mantas. Tampoco podremos ducharnos. 

Qué desastre... cómo no se nos aparezca la Virgen...

La Virgen se nos aparece en forma de alberguero. Nos ha visto y se ha fijado en nosotros, en que íbamos muy cansados tras una dura jornada. Viene a buscarnos para decirnos que tienen la costumbre de reservar tres camas para peregrinos que llegan a última hora. Dos son para nosotros. Casi lloro de emoción. 

Vamos al albergue reconciliados con el mundo. A pesar de todo, voy a llevarme un buen recuerdo de aquí. 

Cenamos un poco en el albergue. Hay muchísima gente. Colas interminables para la ducha. Pronto nos vamos a dormir. Un señor ronca a mi lado (¡vaya, me tocó!)

Mañana será otro día.



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