"Una habitación con vistas" es una película dirigida en 1985 por James Ivory, protagonizada por Helena Bonham Carter y Julian Sands como pareja protagonista y muy bien acompañados por actores de la talla de Maggie Smith, Denholm Elliot, Daniel Day-Lewis o Judi Dench, entre otros.
La he visto un par de veces, aunque ninguna de ellas en el cine. La primera vez lo hice motivada por otras dos películas del mismo director, concretamente "Regreso a Howards End" y "Lo que queda del día" de 1992 y 1993 respectivamente que, como sucede a veces y porque las dos me gustaron mucho, me llevaron a ver algo más del mismo director. Sin embargo no me produjo el entusiasmo de las anteriores.
Esta vez he vuelto a ver la película buscando una "película viajera" para este blog, que hablara de la ciudad de Florencia. Ha seguido sin entusiasmarme, qué le vamos a hacer, pero me ha parecido una plácida película con hermosos exteriores que cumplía el objetivo de pasearnos cinematográficamente por una de las ciudades más hermosas del mundo, como sin duda es Florencia.
El argumento es sencillo, una joven inglesa, Lucy Honey Church viaja a Florencia con su dama de compañía. Allí conocen al Señor Emerson y a su hijo George, que les ceden sus habitaciones para que puedan disfrutar de una ventana con vistas a la ciudad.
La atracción surgirá entre ambos jóvenes ayudados por el entorno sensual de una ciudad que les invita a disfrutar y a seguir sus impulsos, pero mientras él no tiene ningún problema en dejarse llevar por lo que le dictan sus sentidos, la rígida educación de Lucy le impide responder en igual medida.
La película está dividida en dos partes, la primera transcurre en Italia y la segunda en Inglaterra, donde Lucy intenta olvidar a George. El destino propicia un nuevo encuentro y finalmente Lucy será capaz de elegir su propio camino y etcétera, etcétera.
Muy bonito y también muy tópico. Demasiado simple, pero es que estamos ante una película "con trampa", porque los verdaderos protagonistas de "Una habitación con vistas" son los exteriores, los paisajes, las ciudades, el entorno y ahí es donde se recrea realmente Ivory, plasmando una confrontación entre la exuberante Florencia y por añadidura la Toscana italiana y la campiña inglesa, siempre tan moderada y discreta, pero a la que también sabe sacar mucho partido.

Después están los actores, para mí, extraordinariamente elegidos. En primer lugar la dulce (al menos en esa primera época previa a convertirse en Mrs. Burton) Helena Bonham Carter, una jovencita insegura y reprimida pero con un fondo de rebeldía en su interior que nos hace adivinar su posterior evolución.
También lo está Julian Sand, encarnando el papel de George, en ocasiones acompañado por su padre, un más que convincente Denlhom Elliot que deja que la personalidad excéntrica de su hijo y sus casi delirios amorosos afloren sin tapujos.
Y lo que es importante, ninguno de los dos protagonistas cae en la sensiblería dulzona, que es lo peor que le puede pasar a una película de este tipo.
Pero, vayamos a lo nuestro: la inocente y bien educada Lucy se dedica a recorrer los diferentes espacios de Florencia, guía en mano, y cada uno de los rincones está cargado de significados profundos para ella. Es como si la ciudad que fue cuna del Renacimiento le susurrara al oído, invitándole a participar del festín de belleza y color que se abre ante sus ojos...
Santa María Novella
Ponte Vecchio
La Santa Crocce
Crocce, es precisamente el lugar donde comienza a tener lugar la "turbación" de nuestra protagonista, que se acrecentará en la Piazza della Segnoria, emblemático lugar donde los haya, lleno de magníficas esculturas que te rodean, haciéndote sentir en un espacio con vida propia.
Las dos anteriores fotografías son de nuestra reciente visita a Florencia, pero la Piazza della Segnoria por la que pasea Lucy tiene este decadente aspecto:
En ella tiene lugar una pasional pelea, que removerá por completo a la ya agitada joven, cuyos sentimientos y deseos más íntimos han estado siempre sellados y escondidos, incluso para ella misma.
La ciudad y un George, absolutamente rendido a sus encantos y dispuesto a acompañarla en su despertar, han obrado su milagro.
La Toscana nos pone el perfecto paisaje de fondo.
Pero las cosas, como en cualquier película que se precie, no pueden ser tan fáciles y por tanto será en esa segunda parte de la que hablábamos, la que transcurre en escenarios ingleses, donde los jóvenes retomarán su historia inacabada, que tendrá el final que todos esperamos.
Comentaba antes que esta película era un poco "tramposa", y es que por muy floja que sea un guión, si cuenta con estos paisajes, unos adecuados protagonistas, y a lo que voy ahora, unos secundarios de lujo, no nos hace falta más que unas cuantas músicas bien elegidas (las tiene) y un ritmo narrativo adecuado, para hacer un trabajo con éxito asegurado.
Judi Dench y Maggi Smith, están impagables en sus respectivos papeles de escritora fascinada por la ciudad de Florencia y entrañable acompañante de Lucy, severa pero comprensiva, al fin. Lo bordan, pero claro, era de esperar...
El papel de novio "british" de la criatura recae en Daniel Day-Lewis, muy metido en su papel de lechuguino, finalmente abandonado por su novia y es que, tanta previsibilidad aburre...
Y hay muchos otros menos conocidos actores que juntos o por separado, nos regalan unas cuantas escenas divertidas, e incluso procaces.


El resultado es que esta refinada y estética adaptación de la obra de E.M. Forster, se hizo merecedora de 3 Oscars en 1986, entre otros numerosos premios y una excelente crítica.
No puedo dejar de mencionar la cuidada selección musical.
Ivory incluye muy acertadamente dos fragmentos de ópera de Puccini, siendo el más célebre el "O mio babbino caro" que interpreta la soprano neozelandesa Kiri Te Kanawa.
"O mio babbino caro" - Kiri Te Kanawa
"¡Oh papaíto querido!
Me gusta...¡Es bello, muy bello!
¡Quiero ir a la Porta Rossa
a comprar un anillo!
¡Sí, sí, allí quiero ir!
Y si mi amor fuese en vano,
¡iré al Ponte Vecchio,
para arrojarme al Arno!
¡Me consumo y me atormento!
¡Oh Dios, quisiera morir!
¡Papaíto, piedad, piedad!
¿Y el final? absolutamente de película.
Como no podía ser de otra manera, en una habitación con vistas... a Florencia.