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El Camino de Santiago a su paso por la Rioja - Castilla

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De Santo Domingo de la Calzada a Villafranca de los Montes de Oca.

Hoy es el día en que de nuevo vamos a cruzar frontera. Por fin, entraremos en Burgos, lo que para mí significa recuerdos, ya que allí pasé algunos años de mi infancia.
De momento, salimos del albergue de Santo Domingo de la Calzada temprano y casi deseándolo ya que, si bien pudimos dormir en cama, había tal aglomeración de gente que no ha contribuido a dotar de demasiado encanto a este lugar del que, por otra parte, no hemos visto más que eso, el albergue.
Está todo cerrado y no podemos desayunar. Así es que con más filosofía que humor nos disponemos a comenzar la caminata hasta el próximo pueblo, el último de la Rioja, Grañón.


Hemos salido de Santo Domingo cruzando puente sobre el río Oja que, para los peregrinos, construiría precisamente el santo.

Vislumbramos también la llamada "Cruz de los valientes" que recuerda la disputa (por cuestión de tierras) que hubo en la Edad Media entre Santo Domingo y Grañón.

Nuestro trayecto es zigzagueante y para mí, eterno.


Por fin llegamos a Grañón y encontramos que el bar está cerrado. 



Han sido seis kilómetros para llegar hasta aquí y necesitamos meter algo en el cuerpo, así es que estamos pensando echar mano de nuestras reservas de pan y chocolate cuando de pronto aparece en la lejanía John, el ciclista británico al que conocimos en Navarrete. Él había pasado la noche aquí, en el albergue, y nos condujo hasta allí, donde un grupo de jóvenes que debían estar de convivencia o algo así, pusieron a nuestra disposición la cocina y todas sus provisiones, con una amabilidad sin límites, de la que hicimos buen aprecio.

Cosas del camino, siempre lo digo. 

Reconfortados, llega la hora de continuar la ruta. A la salida de Grañón (inexplicablemente no hicimos fotos) un señor nos pregunta qué tal nos ha tratado La Rioja: Sobresaliente alto, Castilla aguarda.

Castilla y León nos conducirán hasta Galicia y así, de pronto, impresiona. Burgos, Palencia, León, suenan a páramos solitarios, llanuras tan eternas como monótonas. La alegría riojana se convierte en adustez y seriedad sombría en Castilla.


El camino se me hace más llevadero, aunque no será por mucho tiempo. 

Pronto nos encontramos con el discreto límite provincial. 

Estamos ya pisando tierras burgalesas y los recuerdos comienzan a aflorar en mi mente, así es que como vamos entretenidos, hablando de esto y de lo otro, nos olvidamos por completo del cansancio. 

Algunos otros caminantes se han unido a nosotros, no demasiados. Este es un camino solitario y lo estamos disfrutando, ya que tampoco hace el mal tiempo de días pasados. 

Parece que de nuevo nos entran las ganas de tomar alguna fotografía, de esas que tanto le gustan hacer a Simbad. Un ejemplo.



Casi, sin darnos cuenta, estamos en el primero pueblo burgalés. 

Redecilla del Camino. 

Hago un lapsus para decir lo que me impresionan los nombres castellanos, tan rotundos y descriptivos.  

Redecilla es visita obligada. He leído que en su pequeña iglesia hay una pila bautismal impresionante. En una pequeña oficina de turismo pedimos información y una chica muy simpática, nos acompaña a la iglesia para que podamos verla.

Abierta la iglesia con inmensa llave, en su interior hallamos la vetusta pila bautismal del siglo XI, con su crismón románico en el centro. LLena de detalles, como cuatro puertas y serpiente, a la que, algunos autores dan un sentido iniciático, en cualquier caso es una pila rotunda y digna de ser contemplada.


La visita a Redecilla ha valido la pena, pero aún nos queda buen trecho hasta Belorado, donde comeremos. Cada vez se hace más evidente que estamos en tierras castellanas. 
Inmensos campos. Dominios estos que fueron del Cid, que cabalgaría por Camino de Santiago. 

Pero, si antes el camino se abría paso entre los bosques enlazando los pueblos, ahora los sembrados lo han invadido todo. No hay bosques, solo pequeños valles y el camino está junto a la carretera. No hay alternativa.

Nos toca hacer asfalto al lado de la N-120. Ruido de coches incesante. El cansancio aparece. Pasamos por pequeños pueblos como Castildelgado (parada en la fuente) y Viloria de Rioja, cuna de Santo Domingo. Lugares pequeños que (será por el agobio que llevamos) casi vemos como borrosos. Casas desperdigadas. Tierras de emigración. No paramos, seguimos hasta Villamayor, tres kilómetros de puro arcén y aún nos quedan cinco kilómetros hasta Belorado...

Dejemos los malos ratos atrás. Ya estamos en Belorado.


En Belorado vamos al albergue para que sellen nuestras credenciales. Nos saludan con un "hola, peregrinos", que nos da ánimos y nos hace plantearnos si no deberíamos finalizar aquí nuestra jornada.

De momento decir que Belorado tiene raíces romanas (Belfurato) y fue un pueblo importantísimo en la ruta, con hospital que aún se reconoce y leprosería bajo la advocación de San Lázaro. También es un lugar muy llano, con una plaza llena de encanto y de árboles "plataneros" (no sé si se dice así).

Mientras comemos en un restaurante del pueblo, una comida bastante sobria, y nos atienden con pocas palabras, decidimos que sí, que vamos a continuar un poco más.

El siguiente punto de destino, o sea, donde pasaremos la noche, es Villafranca de Montes de Oca. 

Retomamos el camino y esta vez será camino de verdad, lo que para nosotros es muy importante, ya que la naturaleza te presta su energía, todo lo contrario que cuando te toca hacer asfalto, que terminas agotado.

Cruzamos por una pasarela paralela al puente románico sobre el río Tirón.


 Estamos a algo más de 40 kilómetros de Burgos, entrando ya en la Comarca de los Montes de Oca.  


Pasamos por núcleos como Tosantos, con su ermita de la Peña


 y por Villambistia, con su preciosa iglesia de San Esteban que, lamentablemente encontramos cerrada. 


Las distancias kilométricas son aceptables y ya estamos en Espinosa de los Monteros (vuelvo a llamar la atención en la sonoridad de los nombres castellanos).

Sigue la Castilla profunda y, tan solo haremos una nueva parada en un pequeño café, muy primario, pero que nos sirve. 


Allá, en línea recta, las ruinas de San Felices de Oca, donde fue enterrado el Conde Diego Porcelos, fundador de Burgos.


 y, a la vista Villafranca y los Montes de Oca, que habremos de atravesar  (eso será mañana) por el Puerto de la Pedraja. 

Estamos ya en Villafranca, que fue Obispado en tiempos de Alfonso VI y tiene unos quinientos habitantes. Su situación nos pone en contacto con la famosa y mágica Oca de los constructores, dando nombre a los montes y al río e incluso a la imagen de Nuestra Señora del siglo XIII que se encuentra en una ermita cercana. 

Nosotros, que como nos pasó en Santo Domingo, hemos llegado muy tarde,  vamos en busca del albergue y no lo encontramos. Menos mal que alguien viene a buscarnos y nos indican que hoy, el albergue serán unas viejas escuelas habilitadas. Allí vamos y con nosotros, una cuadrilla de navarros con los que coincidimos igualmente ayer en Santo Domingo de la Calzada y con los que improvisamos una cena conjunta (ellos van con coche de apoyo y llevan de todo para hacer ensaladas, tortillas.... y hasta buena bota de vino, un lujo) tampoco escasean las risas mientras hacemos el balance de la jornada. 

El alcalde de Villafranca, su señora e hijas, nos vienen a visitar y a pedirnos un donativo. También nos prestan una gran estufa, que estas tierras de Burgos son frías.

Toca descansar.


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