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Channel: ÉL Y ELLA, VIAJEROS
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Un día intenso en Córdoba - Segunda parte

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Pasar un día en Córdoba supone inexcusablemente visitar la hermosa mezquita catedral, con un poco de suerte, ampliar el recorrido al Real Alcázar de los Reyes Católicos, y perderte por las encantadoras calles de su judería. 

Aquí nos hemos quedado, en los alrededores de la Mezquita, pensando que tenemos mucha Córdoba que recorrer y eso que, por las fechas, no vamos a tener fácil el poder admirar los patios cordobeses, otro de los platos fuertes de la ciudad.

A nosotros, que nos gusta callejear, Córdoba, con sus múltiples plazas y rincones, nos permite dejarnos llevar sin rumbo ni dirección concreta, hasta donde nos conduzcan nuestros pasos.



Aunque hay lugares de visita ineludible, como por ejemplo lo es llegar hasta la Plaza del Potro. 



Llena de historia, esta plaza debe su nombre a un gracioso potrillo, que está situado sobre una fuente renacentista.

Antiguamente, había en esta plaza muchas posadas que albergaban a viajeros y comerciantes que llegaban a la ciudad. Hoy, solo hay una, que toma su nombre de la plaza y que fue morada nada menos que de Miguel de Cervantes, durante su estancia en la ciudad.

En la plaza tenemos dos importantes museos, uno de ellos, el Museo de Bellas Artes (antiguo Hospital de la Caridad) tiene una placa que conmemora la mención de Cervantes a este lugar en "El Quijote".



El otro Museo es el dedicado a Julio Romero de Torres, que recoge gran parte de su obra, así como testimonios sobre el artista y su época.



No terminan los lugares de interés, ya que también se encuentra aquí la llamadaPosada del Potro.  Es lo que se conoce como "corral de vecinos", con diferentes dependencias situadas en torno a un patio central.  Data del siglo XV  y es en la actualidad, sede del centro flamenco Fosforito.


Llegados a este punto, y aunque previamente habíamos hecho una parada en plan aperitivo, para probar la tortilla de patatas en la "Taberna Santos", al lado de la Mezquita, buscamos un lugar para comer y probar alguna de las especialidades cordobesas. Aunque teníamos varias posibilidades, optamos por la "Sociedad de Plateros" en la Calle San Francisco, que no estuvo nada mal.

Salmorejo, berenjenas fritas con miel, flamenquitos... todo muy bueno. 

Seguimos nuestro recorrido de plazas cordobesas, encontrando lugares tan pintorescos como el llamado arco del Portillo, pórtico de la muralla que comunicaba antiguamente la ciudad alta con la ciudad baja.

Las calles están desiertas a esta temprana hora de la tarde, y por esta zona ya no hay demasiados turistas así es que nos vamos metiendo por aquí y por allá, mientras buscamos nuestra siguiente plaza, la de Jerónimo Páez, saboreando los detalles del recorrido.




En la Plaza de Jerónimo Páez, se encuentra el Museo Arqueológico de Córdoba.


Pero lo que en ella nos llama la atención, es el edificio conocido como Casa del Judío, que se encuentra justo enfrente de la anterior.



Siguiendo nuestro camino, pronto vamos a encontrarnos con otro de los capítulos de la historia de Córdoba, uno de los más lejanos, el que nos habla de la Córdoba romana, ya que debido a su formidable situación estratégica, dominando el río Betis, actual Guadalquivir, Córdoba fue uno de los bastiones más preciados, tanto en la República como durante la época imperial.



Cerca del Ayuntamiento, en la calle Claudio Marcelo, se encuentran los escasos restos rescatados del Templo Romano, que pudo estar dedicado al culto imperial, formando parte del conjunto arquitectónico del Foro provincial.



Construido en el siglo I (d. C.) en época Flavia, sus magníficas proporciones de dieciséis metros por ancho por treinta y dos de largo, hacen fácil imaginarse el esplendor que gozaba la ciudad en esta época.




A muy pocos metros de aquí, nos encontramos con la Plaza de la Corredera.
Única en Andalucía, en ella se celebraron corridas de toros, fiestas y numerosos actos públicos.



Es una plaza popular, muy animada, en cuya galería encontramos sobre todo bares y tiendas. Todo muy adornado en estas fechas cercanas a la Navidad.

No nos detenemos todavía, preferimos seguir disfrutando de las horas de sol escasas que nos quedan, buscando alguno de sus rincones más tradicionales y típicos.



Fijándonos en todo lo que cae a nuestro paso, y en lo que nunca llegaremos a profundizar en nuestra breve visita, aunque nos gustaría. 



Tal vez esa Córdoba real que, siendo turistas, se nos escapa.

Intentando también compartir ese humor andaluz o quizás debería decir esa "gracia" tan de aquí, que se deja ver en muchos detalles, como por ejemplo los nombres de las calles.

Un hermoso atardecer sirve de telón de fondo a unas imágenes de por sí bellas, en esta ciudad de Córdoba que, simplemente, comenzamos a descubrir.



Sí seguimos haciendo ruta e historia, toca ahora hablar de las llamadas "iglesias fernandinas", que fueron fundadas por Fernando III el Santo en 1236, tras la reconquista de la ciudad.

Todas ellas tienen características similares, entre románico a gótico castellanizado y alguna, como la de San Nicolás de la Villa, se encuentra en pleno centro.

Fundada sobre una antigua mezquita que, a su vez, fue erigida sobre una iglesia visigótica, en ella destaca tanto el campanario mudéjar, como el gran rosetón que decora su parte superior.



 Otra de las iglesias fernandinas es la de San Agustín, convento que el monarca donó a los frailes agustinos que le habían acompañado en la reconquista.


Y el atardecer le sienta estupendamente a la tercera y última iglesia fernandina que visitamos, la de Santa Marina de Aguas Santas que es, además, la más antigua, ya que data de época visigoda.

En ella sobresalen los cuatro contrafuertes de su fachada oeste, que le confieren el aire de una fortaleza militar.

Como había una boda, nos quedamos a esperar a la novia, y discretamente entramos a su interior admirando la magnificencia de la Virgen que preside su altar, muy andaluza, claro. 



El Barrio de Santa Marina también se denomina el Barrio de los toreros por su larga tradición taurina y justamente, enfrente de la iglesia de Santa Marina, encontramos el monumento a Manolete.



La tarde se va convirtiendo en noche en Córdoba, y hemos venido aquí a esta hora, para encontrarnos con un monumento que goza de gran devoción entre los cordobeses.



Atravesando la llamada "Cuesta del Bailío" el Cristo de los Desagravios y Misericordia, popularmente conocido como "Cristo de los Faroles" tiene ya sus faroles iluminados cuando llegamos hasta aquí. 
Es lo que queríamos.



Poco nos queda que hacer en esta larga jornada cordobesa, pero todavía nos acercaremos hacia la Plaza de las Tendillas y alrededores, lo que se dice el centro de la ciudad, que luce animado y navideño en esta época del año, y lleno de ambiente festivo del que nosotros también nos disponemos a participar, que estamos de puente.





8 de Diciembre de 2013

Disponemos de escasas horas antes de tomar el tren que nos dejará en Zaragoza de vuelta a casa.

Descartada la visita de Medina Azahara, ya que hubiéramos debido hacer reserva previa por internet, con más antelación de la prevista, aprovechamos nuestro tiempo acercándonos a ver de cerca el Puente Romano, que desde hace más de dos milenios une las dos orillas del Guadalquivir, dando acceso a la ciudad de Córdoba.



La mañana soleada invita al paseo, mucho más si es una mañana de domingo, así es que, tranquilamente cruzamos al otro lado para ver Córdoba desde una perspectiva diferente, junto a la majestuosa Torre de la Calahorra. 



Construcción islámica concebida como una puerta monumental, fue utilizada posteriormente como fortaleza y, su aspecto actual, data del siglo XIV, cuando Enrique II de Trastámara la mandó reconstruir para defenderse de los ataques de su hermano Pedro I.



Actualmente acoge el Instituto para el Diálogo de las Culturas, que seguro es de lo más interesante y acorde con una ciudad, que representa por sí misma la fusión intercultural a lo largo de su historia. 

Y sin más, agotamos nuestras últimas horas en la hermosa ciudad que nos ha acogido por dos días, y que nos dejará en el recuerdo imágenes y sensaciones. 


Porque más allá de recorridos monumentales, de nombres y fotografías, cada viaje, aunque sea tan breve como el nuestro, te deja su huella, que te sigue como un eco lejano.

 Seguro que Córdobaocupará un lugar privilegiado en nuestro libro de recuerdos viajeros, ese que no está en ninguna parte ni se puede enseñar. 






 ¡Hasta siempre, Córdoba!


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