22 y 23 de Julio de 2015
Un viaje largamente elaborado, un itinerario difícil de decidir, muchas reservas hechas por internet y más que unas cuantas posibilidades de que algo salga mal. Estamos un poco nerviosos más que ilusionados, por un destino que se nos ha hecho cuesta arriba en más de una ocasión y que parece que por fin hacemos este año realidad: Escocia.
Escocia legendaria, evocadora, mística. Esperemos que las hordas turísticas no nos pulvericen la sensación de adentrarnos en un territorio hermoso y mágico.
La historia de Escocia es feroz y sangrienta. La valentía y la bravura encajan bien con un pueblo siempre dispuesto a luchar por sus creencias e ideales, con un futuro siempre incierto. Escocia ha sabido mostrar un espíritu libre e independiente, incapaz de ser doblegado por sus tradicionales enemigos.
Pero si Escocia es guerrera, también es romántica, pues una ciudad como Edimburgo, tan literaria, bien merece ese calificativo y, por último, injusto sería hablar, tanto de Edimburgo, que ya conocemos, como de Escocia en general, sin referirnos a su peculiar sentido del humor, a su amabilidad y a su carácter hospitalario.
Para alojarnos en Edimburgo hemos elegido un Holiday Inn, con habitaciones familiares, algo alejado del centro. No nos ha supuesto problema ya que conocemos Edimburgo de un viaje anterior.
Nuestro recorrido comienza en la esplanada del castillo, con los preparativos dispuestos para el Military Tattoo.
No está previsto entrar al Castillo (hicimos cumplida visita en nuestro anterior viaje) así es que, nos dejamos llevar simplemente por el ambiente callejero de la Royal Mile.
Echamos un vistazo rápido al Centro de Exhibición del Tartán, al comienzo de la Royal Mile y nos dirigimos a Victoria Street, esa magnifica calle en curvatura que va a dar a Grassmarket, antaño lugar de ejecuciones, hoy de animados pubs.
Cementerio entremezclado con las viviendas y con el bullicio de la ciudad.

A lo largo de la Royal Mile, hay unos cuantos closes bien señalizados, como también lo están los tramos en que se divide la calle, Castle Hill y High street son los dos primeros.
Visitamos S.Giles, conocida como la Catedral de Edimburgo, aunque no es tal.
Su interior es elegante y lleno de placas conmemorativas, como la dedicada al escritor Stevenson, también hay banderas. No hay altares ni estatuas, como corresponde al culto de la iglesia de Escocia.

Seguimos hacia arriba pasando por varios museos (de Edimburgo, de los niños, de la Ciudad) hasta vislumbrar el Parlamento escocés y el Palacio de Holyrood.
Descartamos subir hoy a la colina de Calton Hill y más bien volvemos a desandar lo andado, saliendo hacia la New Town que visitaremos con más detalle mañana.
Tenemos una agradable sorpresa a la vuelta, una banda de gaiteros tocando en el Hotel Balmoral. Tocan en honor a alguien que se aloja en el hotel, pero no logramos descubrir quién era aunque bajó a saludar. Resulta emocionante escucharlos. Estar ahí y verlos, realmente ha sido un privilegio.
De vuelta a casa buscamos un lugar para cenar en una popular cadena de cuyo nombre prefiero no acordarme, pero que resulta ser la favorita de nuestras hijas.
Vuelta al hotel tras veinte minutos de espera en el bus :((
Lo compensamos con las hermosas imágenes del atardecer que nos deja Edimburgo en este primer día.
Todavía pasaremos un día más completo en Edimburgo en el que, por la mañana, nos dedicaremos a recorrer la New Town.
En los jardines, al inicio, vemos un encuentro de varios grupos folklóricos procedentes de Alemania, Italia y Francia, que van a estar actuando a lo largo de la mañana junto con un grupo anfitrión de Escocia, intentaremos encontrarnos con ellos en algún momento de la mañana.
Dejamos la exhibición para más tarde y recorremos los espléndidos y acogedores jardines. A lo lejos la impresionante y característica silueta de la Old Town.
Nos acercamos después a Charlotte Square, a un extremo de George Street y paralela a Princess Street.
Charlotte Square es la plaza más representativa y elegante de la New Town y el más característico ejemplo de la arquitectura georgiana. Trazos rectos, pulcros, ordenados, en esta parte de la ciudad que pretendía ser una alternativa al abigarramiento de la Old Town, tan incómodo (eso pensarían sus habitantes de las clases sociales más altas) para la vida cotidiana, en la que la coexistencia con las clases más bajas era inevitable.
Lo vemos en primera fila, (qué suerte) y disfrutamos de un surtido número de danzas escocesas, ejecutadas con mucho encanto por un grupo peculiar, pues es gente de todas las edades y orígenes (si bien predomina el elemento nacional, resulta curioso ver a japoneses con el kilt completo)
Nos ha gustado mucho ver esta actuación y nos enamora la profundidad del folklore escocés con esa conexión inmediata con los elementos celtas, tan evocadores y mágicos.
Vamos a comer a un "Prêt a manger" (mejor que en McDonalds, no nos engañan más nuestras hijas) y por la tarde nos queda pendiente la subida a la colina de Calton Hill.
Así lo hacemos, encontrándonos con el Monumento a Nelson que parece un telescopio al revés, el edificio que recuerda el Partenon y que quedó inacabado y otros, todos del siglo XIX. Aunque lo característico de Calton Hill son las magníficas vistas de la ciudad de Edimburgo.
Todavía nos acercaremos a la Royal Mile para ver si encontramos abierto alguno de sus museos gratuitos, todos tan interesantes, pero lamentablemente cierran a las cinco p.m., así que, aparte de pubs que empiezan a llenarse de gente ya a estas horas de la tarde pero a los que descartamos entrar por ir con menores, de visitas culturales, ya nada.
A la salida encontramos todavía mucha animación por las calles de la Old Town, podríamos recorrer una y mil veces la encantadora Milla Real sin cansarnos, simplemente observando el devenir de la gente, deteniéndonos a escuchar a un gaitero o a cualquier músico callejero, u observando un rincón que se nos había pasado desapercibido.
Al contrario de aquel primer viaje a la capital de Escocia, en la que visitamos Edimburgo a fondo, esta vez nuestro viaje continúa.