Salimos del albergue de Atapuerca, tras una gélida noche, dispuestos a meternos entre pecho y espalda un buen desayuno. En el bar en el que comimos ayer, nos dijeron que abrían temprano, pero quizás no tanto como esperábamos. Así es que, algo decepcionados, comenzamos a caminar.
Empezamos a subir por el monte. Tenemos un día brumoso y nos encontramos con una enorme cruz.
Estamos a la vez contentos y tristes. Contentos, porque vamos descansados y nos gusta la ruta de hoy. Tristes, porque la llegada a Burgos supone finalizar el Camino, aunque lo retomaremos en otoño.
La perspectiva de que hoy haremos pocos kilómetros, lo pone fácil. Zonas de polígono militar y desconcierto de flechas amarillas por doquier. Esto no es algo inhabitual, dobles caminos y dobles señalizaciones. En realidad, se intenta acercar el camino a la carretera. Será más práctico, pero ¿a quién le gusta andar al lado de la carretera?
Desde Atapuerca, nos separan algo más de cinco kilómetros a la siguiente población: Cardeñuela, un pueblecito que vemos de lejos, ya que directamente nos vamos a la siguiente población, Orbaneja-Ríopico, con su pequeño caserío y ¡con su bar esperándonos abierto!. Inmensa caribeña en su interior (quién lo diría, en un recóndito lugar castellano) que atiende nuestra solicitud de "café con leche en vaso grande" y nos ofrece un bizcocho riquísimo. Esta graciosa negrita nos sella las credenciales con sello enorme y aún más enorme sonrisa.
A Burgos que nos vamos. Dicen que entrar a Burgos es de pesadilla por su corredor industrial interminable. Simbad, echa mano de sus recursos en cuanto a caminos alternativos (los hay) y metiéndonos por aquí y por allá (creo que directamente en un campo militar de aviación) nos encontramos, afortunadamente, no diré que por un bellísimo recorrido, pero sí más llevadero que un corredor industrial. Hemos llegado.
Hermosa ciudad burgalesa. Capital castellana que, en tiempos del rey Alfonso VI, se convirtió en el lugar más dotado del Camino de Santiago. Aquí, el Hospital del Rey, alcanzó renombre en la ruta. También la catedral, que fue consagrada en el siglo XI y sobre la que se levantó dos siglos más tarde la actual. Allí, en la catedral, tiene su capilla Santiago, el apóstol, allí duermen El Cid y Doña Jimena. Aquí estamos una vez más.
Siento que algo se remueve en mi interior cuando paseo por estos escenarios de mi infancia (aunque soy de Zaragoza pasé parte de mi niñez en Burgos). Burgos nos recibe a pleno sol y nos dirigimos a su casco histórico, celebrando la llegada con un estupendo vermut en un bar que se llama "los gigantillos", esos personajes que tanto me divertían de pequeña...
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Siguiendo la ruta que nos marca el Camino, nos encontraremos en primer lugar la iglesia de San Lesmes, patrón de la ciudad, que dedicó su vida al cuidado de los peregrinos, en el Hospital próximo de San Juan Evangelista.
Pero una contrariedad nos espera. Hemos perdido demasiado tiempo entrando en Burgos, el vermut, las fotos, San Lesmes...
y ahora, justo ahora, que tocaba la Catedral, van y la cierran.
Eso no nos impide sacar unas cuantas fotos y recrearnos contemplando su impresionante exterior.
La Puerta de Sarmental, construida en torno al año 1230 y uno de los grandes ejemplos de la escultura gótica española.
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Nos situamos también, en la espectacular fachada occidental, inspirada en las catedrales de París o de Reims.
En unos meses estaremos aquí de nuevo, así es que tenemos una deuda pendiente con el interior de la catedral que cumpliremos, sobradamente, al retomar el camino.
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En esta ocasión, frente a la catedral, en la calle de Fernán González, nos detenemos ante un nuevo templo: la Iglesia de San Nicolás, exponente del gótico tardío en la ciudad de Burgos.
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Después de comer, agotando los últimos momentos antes de coger el autobús que nos llevará de vuelta a casa, todavía nos acercaremos hasta uno de los más originales monumentos de Burgos: El arco de Santa María, dicen que la puerta más famosa de la ciudad en tiempos del Cid, situada frente al puente del mismo nombre.
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Levantada en honor de Carlos V, aparece flanqueada por dos torres y sobre la puerta, como si fuera un retablo se insertan, entre otras, las estatuas de Diego Porcelos (el fundador de Burgos), Fernán González (fundador del Condado de Castilla) y Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid.
Y precisamente con El Cid, en su Plaza, terminamos nuestra visita.
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A la vuelta, montados en el autobús, cómodamente sentados, vamos pasando por todos los lugares por los que hemos peregrinado en los pasados días y sonreímos con nostalgia.
Ya no somos peregrinos, salvo por el aspecto. Habrá que esperar la continuación del viaje. Pero llegará más pronto de lo que esperamos porque el tiempo pasa rápido.
Empezamos a subir por el monte. Tenemos un día brumoso y nos encontramos con una enorme cruz.
Estamos a la vez contentos y tristes. Contentos, porque vamos descansados y nos gusta la ruta de hoy. Tristes, porque la llegada a Burgos supone finalizar el Camino, aunque lo retomaremos en otoño.
La perspectiva de que hoy haremos pocos kilómetros, lo pone fácil. Zonas de polígono militar y desconcierto de flechas amarillas por doquier. Esto no es algo inhabitual, dobles caminos y dobles señalizaciones. En realidad, se intenta acercar el camino a la carretera. Será más práctico, pero ¿a quién le gusta andar al lado de la carretera?
Desde Atapuerca, nos separan algo más de cinco kilómetros a la siguiente población: Cardeñuela, un pueblecito que vemos de lejos, ya que directamente nos vamos a la siguiente población, Orbaneja-Ríopico, con su pequeño caserío y ¡con su bar esperándonos abierto!. Inmensa caribeña en su interior (quién lo diría, en un recóndito lugar castellano) que atiende nuestra solicitud de "café con leche en vaso grande" y nos ofrece un bizcocho riquísimo. Esta graciosa negrita nos sella las credenciales con sello enorme y aún más enorme sonrisa.
A Burgos que nos vamos. Dicen que entrar a Burgos es de pesadilla por su corredor industrial interminable. Simbad, echa mano de sus recursos en cuanto a caminos alternativos (los hay) y metiéndonos por aquí y por allá (creo que directamente en un campo militar de aviación) nos encontramos, afortunadamente, no diré que por un bellísimo recorrido, pero sí más llevadero que un corredor industrial. Hemos llegado.
Hermosa ciudad burgalesa. Capital castellana que, en tiempos del rey Alfonso VI, se convirtió en el lugar más dotado del Camino de Santiago. Aquí, el Hospital del Rey, alcanzó renombre en la ruta. También la catedral, que fue consagrada en el siglo XI y sobre la que se levantó dos siglos más tarde la actual. Allí, en la catedral, tiene su capilla Santiago, el apóstol, allí duermen El Cid y Doña Jimena. Aquí estamos una vez más.
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(Foto - postal tomada de Internet) |

Siguiendo la ruta que nos marca el Camino, nos encontraremos en primer lugar la iglesia de San Lesmes, patrón de la ciudad, que dedicó su vida al cuidado de los peregrinos, en el Hospital próximo de San Juan Evangelista.
Pero una contrariedad nos espera. Hemos perdido demasiado tiempo entrando en Burgos, el vermut, las fotos, San Lesmes...
y ahora, justo ahora, que tocaba la Catedral, van y la cierran.
Eso no nos impide sacar unas cuantas fotos y recrearnos contemplando su impresionante exterior.
La Puerta de Sarmental, construida en torno al año 1230 y uno de los grandes ejemplos de la escultura gótica española.

Nos situamos también, en la espectacular fachada occidental, inspirada en las catedrales de París o de Reims.
En unos meses estaremos aquí de nuevo, así es que tenemos una deuda pendiente con el interior de la catedral que cumpliremos, sobradamente, al retomar el camino.

En esta ocasión, frente a la catedral, en la calle de Fernán González, nos detenemos ante un nuevo templo: la Iglesia de San Nicolás, exponente del gótico tardío en la ciudad de Burgos.

Después de comer, agotando los últimos momentos antes de coger el autobús que nos llevará de vuelta a casa, todavía nos acercaremos hasta uno de los más originales monumentos de Burgos: El arco de Santa María, dicen que la puerta más famosa de la ciudad en tiempos del Cid, situada frente al puente del mismo nombre.

Levantada en honor de Carlos V, aparece flanqueada por dos torres y sobre la puerta, como si fuera un retablo se insertan, entre otras, las estatuas de Diego Porcelos (el fundador de Burgos), Fernán González (fundador del Condado de Castilla) y Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid.
Y precisamente con El Cid, en su Plaza, terminamos nuestra visita.

A la vuelta, montados en el autobús, cómodamente sentados, vamos pasando por todos los lugares por los que hemos peregrinado en los pasados días y sonreímos con nostalgia.
Ya no somos peregrinos, salvo por el aspecto. Habrá que esperar la continuación del viaje. Pero llegará más pronto de lo que esperamos porque el tiempo pasa rápido.
Volveremos a encontrarnos, camino.