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Una Semana en Nueva York. Museo de Historia Natural - Central Park- Times Square -

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25 de Julio de 2014

Nuestro último día en Nueva York tiene una mañana presidida por uno de los museos más famosos de la Ciudad. El Museo de Historia Natural, que se sitúa en la zona norte de NY.

 Llegamos más o menos temprano y entramos por una de las entradas del museo, que se sitúa en la propia salida del metro. Se ha formado ya una pequeña cola. 



Es un museo muy visitado por los turistas y, además, hay multitud de grupos de niños, pertenecientes a los numerosos campamentos de verano que se desarrollan en Nueva York y que han venido a pasar el día aquí.

El museo tiene una entrada de precio sugerido (26 dólares los adultos y algo menos los niños), así es que tu pagas lo que consideras suficiente. 
Consta de cuatro plantas y de muchas, muchísimas colecciones.  Es necesario ir con tiempo o hacer una visita selectiva.
Nosotros empezamos con mucho entusiasmo a contemplar las vitrinas de los animales pertenecientes a los diferentes hábitats americanos (que me parecían estampas a gran tamaño del álbum "Vida y Color"). 




Fuimos también a la zona dedicada a los planetas y la evolución de la Tierra, que está muy bien montada. 






Pero a lo que nos dimos cuenta ya era casi el mediodía y nos faltaba más de medio museo por visitar. Así es que hicimos una parada para comer (hay varias posibilidades en el propio museo) y continuar después visitando zonas dedicadas a los diferentes pueblos de la Tierra, con exposiciones amplísimas.



Como igualmente extensas son las que se ocupan de todos los animales que en el mundo son, o de los minerales.

Muy didáctico en su presentación, con apoyo de material audiovisual en algunas ocasiones, hay tal abundancia de contenido que resulta inabarcable en una sola visita.




 A estas alturas del recorrido (llegamos a la muy interesante exposición dedicada a la Prehistoria) ya estamos un poco saturados. Tal vez hubiéramos debido hacer una selección. Es lo recomendable en un museo de tales características. 




Además, el aire acondicionado estaba tan fuerte en alguna de las salas, que eché de menos haberme traído un jersey polar. Iba con una chaqueta y un foulard por las piernas (literalmente) y terminé congelada de todo el tiempo que estuve por allí. 

Nosotros aceleramos ya por las últimas plantas. Nuestras hijas llevan ya rato aburridísimas. En fín, tengo que decir que, aún reconociendo el valioso contenido del museo, a mí me decepcionó un poco y estaba deseando salir a calentarme al sol neoyorkino.

Así lo hacemos y nos vamos a nuestro segundo punto en el itinerario de hoy, que es la parte centro-sur de Central Park.

Entramos a la altura de la calle 86, más o menos donde nos quedamos el domingo, que lo visitamos entrando por el norte. Hoy iremos a la zona más visitada. 

El parque está repleto de gente. 



Una vez más, me reafirmo en lo que me gusta el uso que los neoyorkinos hacen de sus parques. De todos. Se han convertido en espacios para el descanso, en una ciudad dura como es Nueva York. 

Gente tumbada en la hierba, comiendo, sentada en los bancos. Gente que  practica deporte, bien en solitario o en equipo, aquí todas las opciones son válidas y se utilizan.

Nos encontramos con grandes praderas que en su día fueron lugares emblemáticos de conciertos, como el que dieron Simon y Garfunkel hace ya unos cuantos años. 

Hay una sucesión de lugares con sus nombres como Belvedere Castle, una fortaleza a la que subimos. Un hermoso oasis dentro del ajetreo de la Gran Manzana.



O espacios en los que encontramos la estatua de Alicia o la de Andersen, que se convierten en cuenta cuentos en algunos momentos del día.



Es un placer pasear por aquí a estas horas de la tarde y simplemente disfrutar de lo que te vas encontrando, desde una boda a un improvisado puesto de masajes...



 E incluso una vez llegados a la fuente de Bethseda, pudimos contemplar a una Miss Ghana (USA) amabilísima que accede a fotografiarse, además, con todo el que se lo pide.

Esta fuente es uno de los lugares más concurridos, y el más típico para hacer (o hacerse) fotografías desde una pasarela a la que se accede por unas escaleras, lo que nosotros hacemos seguidamente para disfrutar del panorama de esta magnífica tarde de verano.





Y, cómo no, en la zona conocida como Strawberry Fields, el círculo con la palabra "Imagine" en su interior, en homenaje a John Lennon, en el que un músico hace las veces de ambientación tocando canciones de Lennon y de los Beatles, por supuesto. 



Aquí hacemos una pequeña salida a la calle setenta y dos para pasar por el edificio Dakota, de tan triste recuerdo.



Volvemos a entrar al parque que recibe los primeros colores y reflejos del atardecer.



Todavía pasamos por la zona denominada "The Mall"y por el paseo literario lleno de estatuas de grandes escritores y finalmente llegamos hasta el círculo de Colón, con estatua incluida, saliendo por la parte este del parque. 




 Impresionante Central Park. Un lugar que se merece más de una visita para recorrerlo al completo, cosa que nosotros hemos hecho y nos ha sabido a poco.




 Vamos al encuentro de la Avenida de las Américas, dejándonos llevar por el ajetreo de la ciudad y pensando que ya mañana no estaremos aquí, lo que da un cierto halo de nostalgía y despedida a este último recorrido neoyorkino.


 

 Nos topamos con la famosa escultura "Love" en la que hay un pequeño grupo de gente haciendo fotografías, pero en la que logramos también inmortalizar "nuestro momento".

 De ahí, por la calle Broadway vamos bajando hacia Times Square donde tenemos previsto finalizar el día.



Es nuestra última tarde, así es que hay que pensar en alguna compra. Entramos a Toysaru's, para lo más infantil y en alguna tienda más para las consabidas camisetas y sudaderas para mis hijas. No sé si es la mejor zona para esto, la verdad. Pero es la que nos venía bien y queríamos cerrar el círculo viniendo a finalizar la jornada en el mismo lugar en el que comenzamos nuestro viaje. 

En el muy turístico y, a pesar de todo atractivo, Times Square. 






Con sus luces de neón por doquier, con sus iluminadas pantallas. 

Con sus personajes disfrazados y la marea de gente que viene y va.

Nos compramos algo para cenar y nos sentamos un buen rato en las escaleras rojas para contemplar el panorama. 

Y después, simplemente paseamos, intentando absorber todo lo que nos rodea y que en unas horas se convertirá en un recuerdo.

 

Nos decimos que tal vez hubiéramos debido intentar ir a un musical. Nuestras jornadas han sido tan largas, que no lo hemos incluido.

 Tampoco hemos subido al Empire.

 Pero hemos disfrutado muchísimo de una ciudad que hacía tiempo deseábamos conocer y nuestra hijas ponen carita de pena cuando piensan que mañana a estas horas estaremos volando para España. 

Se acabó nuestro pequeño sueño americano, quién sabe cuándo volveremos por aquí.  



Última mañana en Nueva York - Brooklyn Heights - Nueva York en blanco y negro.

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26 de Julio de 2014

Ya tenemos las maletas preparadas. El calendario es implacable. Hoy nos vamos ya para España. Nuestro sueño americano llegó al final y estamos un poco tristes, pues sabemos que no es un viaje que podamos volver a hacer muy fácilmente. 
¿Qué podemos hacer en nuestras últimas horas, ya que el vuelo sale por la tarde?
Se nos ocurre que bien podemos volver hacia el sur y disfrutar una vez más de Brooklyn, de su hermoso puente. Y tal vez dar un paseo por la zona más cercana a Manhattan, la conocida como "Brooklyn Heights", que no vimos más que de pasada el primer día.

La insuperable ubicación de nuestro apartamento (en el sector de Grammercy) nos permite casi acercarnos hasta allí en un agradable paseo. 

Muy pronto hemos alcanzado nuestro objetivo.


Realmente, es uno de los mejores lugares en Nueva York para hacerte fotografías.


Aunque los hay que prefieren dibujar tan bellas perspectivas  y se aplican a ello. Sin olvidar que también es un lugar magnífico para realizar una entrevista ¿no?


Desde cualquier perspectiva.

 

Después de nuestra sesión de "fotos para el recuerdo" nos acercamos a la parte alta de Brooklyn, que no vamos a poder conocer con tanta profundidad como nos hubiera gustado, pero que nos da una idea de cómo es. 

Un barrio elegante y con estilo, con una elegante configuración urbana.



A dos pasos de Manhattan, Brooklyn Heights es la "joya de la corona" de Brooklyn. Si ya hemos conocido su espectacular paseo marítimo con las mejores vistas de Manhattan, sus calles perfectamente alineadas y sus edificios históricos, nos dan una mejor perspectiva de este "mimado" sector de la ciudad, residencia, sin duda, de los privilegiados neoyorkinos que pueden permitírselo.

Una zona atractiva y con todas las comodidades. Vemos al pasar muchas tiendas y restaurantes con sello propio y pensamos que nada tiene que ver con el Nueva York de los rascacielos y más con el del Village, seguro. Una cara más humana y accesible aunque, eso sí, de lujo.

Seguramente el Barrio de Brooklyn más visitado por los turistas, Brooklyn Heights se considera el primer suburbio de Nueva York. Algunos de sus edificios tienen una historia que contar, como el de "Peaks Mason Mints", construido en 1885, originariamente una fábrica de caramelos, en 20 Henry Street.

Por otra parte, este barrio tiene otro encanto añadido y es el saber que entre sus más ilustres moradores se encontraron escritores como Tom Wolfe, Arthur Miller o Truman Capote, este último en el 70 Willow street. 




Para los cinéfilos, decir que fue aquí donde escribió su "Breakfast at Tiffany's", que tan estupendamente protagonizaba Audrey Hepbourn en la versión cinematográfica "Desayuno con diamantes".

Lo dicho, puro glamour.

Y hasta aquí nuestro viaje. Sólo queda un aburrido regreso. Un avión que salió con mucho más retraso del previsto y una escala apresurada en Lisboa donde, afortunadamente, pudimos llegar a tiempo a coger nuestro último vuelo, el que nos llevaría a casa.

Nos ha gustado mucho conocer esta ciudad. Nueva York, fotogénica como pocas, nos ha mostrado más de una cara. Por eso todavía queremos quedarnos un poco más en la Gran Manzana, disfrutándola en una variedad que creemos, le sienta muy bien.


Nueva York en blanco y negro

Downtown
Vistas desde la High Line


 Descubierta esta hermosa relación entre el blanco y negro y la ciudad de Nueva York, no fueron pocas las veces en que variamos la tonalidad para captar una imagen que nos resultaba más artística que la habitual. Y es que, al fin y al cabo, Nueva York es una ciudad tan de película que no podíamos dejar de verla desde otras perspectivas.


Mis fotos preferidas son las que recogen escenas protagonizadas por el público, lo que en cualquier momento puedes encontrarte a pie de calle, porque pasas por allí por casualidad. Muchas tan solo recogen el flash del momento, que protagoniza gente como nosotros, en su ir y venir por la Gran Manzana. 



Sin olvidar las clásicas imágenes de toda la vida.


Estación central

Flatiron building

Estas fotos nos sirven también de resumen de este viaje que tantas entradas está ocupando en este blog viajero y es que, en el fondo, nos da pena dejar del todo esta fascinante ciudad a la que volvemos a menudo en nuestras conversaciones. 
¡Nos encanta Nueva York!
Biblioteca central

Quinta Avenida
Vistas desde el Top of the rock

Museo de Ciencias Naturales


Times Square

Y terminamos donde hemos empezado nuestra última entrada dedicada a Nueva York, en Brooklyn.


 donde las imágenes se hacen cinematográficas por si mismas.


See you soon, New York!

Bilbao y alrededores.

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Puente de la Constitución 2014

Este viaje no nos salió tan bien como esperábamos. De todas formas hacía mucho tiempo que no íbamos por Vizcaya y teníamos ganas de volver a encontrarnos con Bilbao. Además era la primera visita a la capital vizcaína por parte de mis acompañantes y eso le daba como más emoción al asunto. Yo sí que había estado años atrás visitando el Guggenheim y poco más, así es que muy motivada igualmente con este viaje. 

¡Pues nos vamos a Bilbao, oye!

Llegamos de noche, alojándonos en una casa rural a unos cuantos kilómetros de Bilbao,  lo que nos permitirá movernos mejor por la provincia, pero que ahora nos dificulta la llegada bastante. 

Llegamos tarde y cansados a "Casa rural Ontxene", regentada por Irune, una vizcaína simpática y amable a más no poder. El sitio estaba de lujo. Muy muy bien. Tampoco era barato, ciertamente. El municipio más cercano era Altamira-San Kristobal



Empezamos nuestro reportaje con las bonitas vistas que podían verse desde la ventana.



Al día siguiente, tras un buen desayuno, salimos por la mañana dirección Getxo en un día realmente lluvioso. La primera parada la hacemos en una población llamada Plentzia.

Plentzia está a veinticinco kilómetros de Bilbao.
Panorama lluvioso y solitario.



Pero los sitios de playa, aún en estas condiciones tienen su encanto, con los barquitos y esos paseos marítimos que tanta envidia nos dan a los del interior.

La ría es el elemento central del municipio y la playa su principal atractivo turístico. 

Reconozco que no disfruté demasiado de la parada, que no tenía un objetivo fijo aparte de echar un vistazo al primer sitio que nos sonaba del trayecto hasta Getxo, así es que no estuvimos demasiado rato, aunque sí el suficiente para pasear aunque fuera unos minutos por su casco histórico, de origen medieval.


Siguiente parada: Getxo o la que nos cayó encima.

Obsérvese el panorama:


Esta maravilla de la ingeniería, amenazada por un chaparrón inminente, es el puente colgante de Getxo.

Nosotros, a pesar de todo, estamos entusiasmados ante el famoso "Puente colgante" de la localidad, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Su estructura de hierro transporta una barca colgada por cables de acero entre Las Arenas y Portugalete.


Nada, ni subimos ni disfrutamos demasiado de este municipio situado en la margen derecha de la ría de Bilbao. Comenzó literalmente a granizar y tuvimos que resguardarnos bajo unos porches un largo rato.

Cuando amainó, nos dirigimos al coche destino Bilbao, tan solo a catorce kilómetros de Getxo que, seguro que en otra ocasión podremos visitar mejor.

Aparcamos cerca del Casco histórico de Bilbao que va a ser el objetivo de la visita del día de hoy. Las fechas cercanas a la Navidad hacen que todas las ciudades estén especialmente bonitas. Bilbao no iba a ser menos, pero eso lo iremos descubriendo poco a poco. De momento una primera impresión de la capital vizcaína, que cuenta con aproximadamente un millón de habitantes, buf, lo que se dice una gran ciudad, que se ha visto transformada durante las últimas décadas y que presume de haberse convertido en una ciudad tan bonita como vital. 



Situado frente a la ría, al final del Paseo Arenal se vislumbra la silueta del Ayuntamiento de Bilbao. Una característica estampa que nos da la bienvenida.
Conforme nos vamos acercando, vamos a ver otra imagen no menos bonita pero, esta vez por las fechas en que nos encontramos.


Hermosos edificios y luces que no tardarán en encenderse. Callejuelas estrechas que nos indican que estamos en el Casco histórico o también tal y como se conoce por aquí "Las siete calles"

Estamos en el Barrio más antiguo y núcleo originario de Bilbao. 

 

También en el Barrio con más ambiente, sobre todo a la hora de comer, o de tapear, o de cenar, o de tomar unos pintxos con los amigos. La oferta culinaria es variada. Muchos restaurantes y también comercios, que esperan tanto al visitante de paso como a los de toda la vida. Aquí cada vez hay más gente, a pesar de la lluvia que a ratos viene y se va. Esto también es normal por aquí. 

Pero no debemos dejar de observar lo que vamos encontrando por los rincones,  arquitectura milenaria o las características cristaleras de esta zona de la ciudad. 




No solo en Santiago de Compostela tenemos una Catedral de Santiago, también Bilbao cuenta con la suya, dedicada esta vez a Santiago el Mayor, patrón de la ciudad. 

Es la iglesia gótica más monumental de Vizcaya y alberga la sede de la diócesis de Bilbao.



Tenemos una lluvia incesante, pero aún así mientras buscamos un lugar para comer que ya va siendo hora, nos perdemos por las callejuelas de este casco histórico tan pulcramente conservado, con sus estrechas calles, la mayoría peatonales.




Muchas y diversas imágenes salen a nuestro encuentro.



Un punto de convergencia de cinco calles (cinco esquinas) se encuentra a la salida del metro en la Estación Casco Viejo.



Ya por la tarde, seguimos paseando por el Casco histórico, no queremos que se nos escape nada. Así llegamos a un lugar peculiar la Plaza Miguel de Unamuno.



Esta plaza se llama así desde 1980, en honor al escritor Miguel de Unamuno, nacido en Bilbao en el año 1864. Esta plaza, en su día, era también la puerta a la Basílica de Begoña, a través de las calzadas de Mallona, ahora hay otras alternativas.

Desde el puente de San Antón, podemos ver el Mercado de la Ribera, con su forma de barco anclado en la ría. Durante tres años fue remodelado y ahora tiene un aire muy moderno, para un moderno Bilbao.



Nos detenemos en el propio Puente de San Antón, tan emblemático que hasta aparece en el escudo de la villa. Sus orígenes se remontan al 1300, de ahí que se le denomine el puente viejo. 




A los pies del puente la Iglesia de San Antón, levantada sobre un antiguo almacén de pescadores, construido en el siglo XV, de estilo gótico, es uno de los templos más importantes de la ciudad. 
Un poco oscura la foto, el día no daba para más.



Otro puente para cruzar la ría, el Puente de la Ribera o Puente de San Francisco, reconstruido en varias ocasiones, fue el auténtico puente colgante suspendido por cadenas de hierro y acero. 


Pero Bilbao crece a partir del siglo XIX y así llegamos a la zona conocida como "El primer ensanche". Una ciudad más nueva y luminosa que quiere reflejarse en los modelos europeos. 

La plaza circular, rodeada del centro de negocios de la ciudad , está presidida y aún vigilada, por D. Diego López de Haro, Señor de Bizkaia fundador de la villa allá por 1300.




Peculiares las bocas de metro o "fosferitos" que nos invitan a descubrir el interior de la ciudad, aunque no tuvimos ocasión de viajar en metro en esta ocasión. 



Cruzando el Barrio del Ensanche la Gran Vía, el gran centro comercial y de negocios de Bilbao. Lástima que nuevamente la lluvia desluce nuestro paseo.




Aunque conforme la noche se nos va echando encima tenemos el consuelo de, aunque sea bajo la lluvia, disfrutaremos de la bonita iluminación navideña. 



Con este panorama llegamos a la altura de la Plaza Arriquibar para resguardarnos y de paso disfrutar del que dicen es uno de los edificios más representativos de Bilbao, la Alhóndiga, un antiguo almacén de vinos convertido en centro de ocio, que según me informan a partir de marzo de 2015 pasa a llamarse Azkuna Zentroa en reconocimiento al arquitecto "emocional" del nuevo Bilbao. Otro arquitecto: Ricardo Bastida a principios del siglo XX y el diseñador Philippe Starck tienen mucho que ver con este punto de referencia para la ciudad. Parece interesante ¿no?



Atención a esas columnas del atrio, son en total 43 las que sostienen los tres edificios que componen el centro y simbolizan la infinidad de culturas, religiones, arquitecturas, etc que ha atravesado el hombre a través de la historia.
Materiales diversos en su construcción que se llevó a cabo por más de un centenar de artesanos, cada uno aportando su personal visión.



Un espacio lleno de posibilidades para una buena agenda cultural como la que sin duda tiene Bilbao.

Para saber un poquito más pincha este enlace:



Uniendo el ensanche de Bilbao con el llamado campo Volantín, nos encontramos con un puente polémico, el Puente Zubizuri, también llamado "Puente de Calatrava" por el arquitecto que lo construyó. Juega a ser como un barco de vela situado en la ría. Polémico, entre otras cosas por su superficie acristalada que llegó a provocar más de un accidente. Hoy, se pisa un felpudo antideslizante y, querido o no, es hoy uno de los símbolos (hay unos cuantos) de la ciudad de Bilbao.


Polémico o no, su estética es indiscutible.

Y por fin llegamos a la gran estrella de la ciudad. Desde su inauguración en 1997, son muchos (somos) los que han viajado a Bilbao para conocerlo de cerca, y es que el Museo Guggenheim es el responsable del cambio absoluto de imagen de la ciudad.


Gran parte de su encanto reside en su ubicación. Así lo vio Frank Ghery, el arquitecto responsable de la obra, tras visitar Bilbao. Al borde de la margen derecha de la ría, simbolizando un navío anclado a la orilla del río Nervión. 

Todo un ejemplo de integración en el entorno, resiste cualquier perspectiva. 

El titanio permite contemplar las tonalidades de la luz en cualquier momento del día. 

No vamos a poder visitarlo ahora (yo ya lo hice en otra ocasión) pero nos llevamos unas imágenes preciosas del museo en la oscuridad de la noche.

Ya de paso nos encontramos con otro puente, el "Puente de la Salve"(nombre oficial "de los Príncipes de España"). Construido a finales de los 70 para unir el centro de la ciudad con el Bilbao periférico, tiene de particular su arco rojo, (L'arc rouge) del artista francés Daniel Buren, inaugurado en el décimo aniversario del museo. 


Sin olvidar a Puppy, el West Highland terrier más famoso del mundo. Creado por Jeff Koons, se sitúa al lado del Museo Guggenheim, como si fuera su guardián.
Sin duda, una de las estampas más fotografiadas por los turistas.


Las flores que rellenan su estructura metálica, se cambian cada estación, así es que cada vez que vayamos a visitarlo, Puppy será algo diferente.

Volvemos al centro y no nos queda más que despedirnos con alguna imagen del viejo Bilbao que se nos ha quedado por el camino, como la que nos deja el Teatro Arriaga, tan bello, inspirado en el edificio de la Ópera de París, inaugurado en 1890.


Y antes de volver a nuestro apartamento, que nos alejará de la ciudad unos cuantos kilómetros, hacer una última parada en el Café Iruña, inaugurado en 1903, con un magnífico interior de inspiración mudéjar en alguna de sus partes. Todo un lujo para disfrutar del cafelito o lo que sea menester, que hay buen servicio.


Se acabó por hoy, pero nuestro recorrido por los alrededores de Bilbao no se queda aquí. 



San Juan de Gaztelugatxe- Bermeo- Gernika

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Comenzamos nuestra aventura por tierras de Vizcaya poniendo nuestra mirada en el mar. Ese mar bravo y áspero como es el Cantábrico, lejos de la amable calidez mediterránea.
No hace un buen día, pero de momento no llueve, lo que nos da ánimos para emprender la jornada.


Estamos a medio camino entre Bakio y Bermeo. Queremos visitar un lugar mágico, una ermita en lo alto de un islote cuyo emplazamiento promete impresionantes vistas, de esas que no se olvidan. Hablamos de San Juan de Gaztelugatxe. 

Pero llegar hasta allí no es fácil. Hay una larga escalinata que une la isla con la tierra. Algo había de aventura ¿no? Pues si estamos preparados, comienza la escalada.


Nuestro esfuerzo (alguien nos dice que son 237 escalones) se ve ampliamente recompensado por el privilegiado entorno que contemplamos. El cielo gris nos asusta un poco, pero de momento todo va bien.


Las olas van y vienen, y esto también le da un mayor atractivo a la subida en la que, inevitablemente, paramos una y otra vez para hacer fotografías y, sobre todo, para mirar el espectáculo en todas las direcciones.

Cuevas y arcos naturales, islotes de duras calizas arrecifales. Un modelo de erosión de belleza única que, unido al interés de la zona le ha hecho merecedora de su catalogación de Biotopo protegido.





A lo largo del camino nos encontramos un Vía Crucis que llegará haciendo un zig zag hasta la propia ermita de San Juan, al final del camino. 




Una vez en la ermita, la tradición manda que hay que tocar la campana del exterior... ¿tres veces o eran trece? 
Pues no lo teníamos nada claro, y terminamos tocándola trece veces, por si acaso.

Cumplida la tradición y elevados nuestros deseos al aire, además de estar un ratito descansando, no nos queda más que emprender el camino de regreso, con los ojos bien abiertos por si alguna imagen nos quedaba por descubrir en este paraje tan extraordinario.



Espectacular.

De nuevo en la carretera, pronto nos encontramos con el pueblo pesquero de Bermeo. La primera villa fundada en toda Vizcaya y lugar del que, se dice, siempre vive de cara al mar.



Los que están disfrutando de lo lindo son los surfistas, a los que contemplamos desde el mirador con bastante asombro, dadas las frías temperaturas que nos acompañan.

Bermeo nos muestra una bonita estampa marinera y nos recibe, sí, con una lluvia que va haciéndose cada vez más fuerte y de la que pensábamos que nos habíamos librado en el día de hoy.



Vamos ya buscando un sitio para comer y ver si mientras tanto amaina un poco esta lluvia incesante, que no da tregua. Aparte de pasar por la Plaza de Sabino Arana y ver el Ayuntamiento, de estilo neoclásico, poco fue lo que pudimos visitar de Bermeo.


Sin hacerle los honores a la villa marinera, tras el almuerzo nos vamos temprano hacia nuestro siguiente destino, teniendo en cuenta que pronto perderemos las escasas horas de sol en esta época del año.

En Gernika también llueve, pero intentamos no desanimarnos y cumplir nuestro itinerario con buena cara ya que lo del buen tiempo no parece posible.

Primera parada en la Plaza de los Fueros, en la que encontramos el Ayuntamiento, la Casa de cultura, el Museo de la Paz y, dadas las fechas en que nos encontramos, un flamante árbol de Navidad.



La plaza también incluye una estatua dedicada al que fuera el fundador de Gernika, el Conde D. Tello, otorgándole el título de villa en 1366.

Con entrada desde la Plaza de los Fueros, la Iglesia de Santa María es la más importante de la población.





Desde el gótico hasta el renacimiento, varios estilos se conjugan en un templo cuya construcción comenzó en 1418 y finalizó en 1715, siendo su portada el elemento más destacado. 



Uno de los lugares más bonitos de Gernika es el Parque de los Pueblos de Europa, inaugurado en 1991 como un oasis dentro de la ciudad y que cuenta con gran variedad de árboles y arbustos, muchos de ellos autóctonos del país vasco, como el roble, la encina y las hayas.

Pero uno de sus principales atractivos son algunas de las esculturas que decoran sus zonas verdes. 

De nuevo bajo la lluvia nos acercamos a contemplar algunas de ellas como la del escultor Eduardo Chillida, "Gure Aitaren Etxea" (la casa de nuestro padre). Fue inaugurada el 27 de abril de 1988, con motivo del 50 aniversario del Bombardeo de Guernica. 



La otra gran escultura es obra del inglés Henry Moore, su nombre original "Large figure in a shelter", cuyo significado en español es "Gran figura en un refugio".



De aquí nos iremos a visitar la Casa de Juntas de Bizkaia, visita obligada por sí misma y porque allí se encuentra el árbol de Gernika, símbolo universal del país vasco.



Bajo su sombra se celebraban las más importantes reuniones civiles y, aún hoy, sigue siendo centro de significativos eventos de la vida política vasca. 
Bajo este roble, los que iban a ser nombrados señores de Vizcaya, juraban respetar las libertades vascas y los fueros. 

Primero nos dirigimos al árbol "viejo", plantado en 1742 cuando el "árbol padre" se secó, Este último es el árbol documentado más antiguo y su nacimiento se sitúa en el siglo XIV. El viejo árbol murió debido a un hongo.


El árbol actual fue plantado en 2004 para sustituir al antiguo y es uno de los retoños del llamado "árbol hijo", que sustituyó en 1860 al árbol viejo, que es el que hemos visto antes. 

Vamos, que todo queda en familia.

Visitamos igualmente la Casa de Juntas, levantada junto al mítico árbol, de estilo neoclásico y donde en la actualidad se celebran los plenos de las juntas generales de Bizkaia.

Nos llamó la atención especialmente la llamada Sala de la Vidriera, que hace de cubierta y en la que se hace referencia al árbol y a las primitivas asambleas. 


Y ya para finalizar nuestra visita a Guernica o Gernika, nos acercamos hasta la calle de San Juan, intersección con San Pedro Elejalde. ¿Por qué? Pues porque no queremos despedirnos de la ciudad sin el único homenaje que podemos hacerlo al mítico "Guernica" de Picasso, y solo podemos encontrar un homenaje al original (en Madrid y en esto hay una lógica polémica) en el mural que la asociación de ceramistas de Valencia hizo a la ciudad. 


Pues esta escapada podía haber estado más aprovechada, pero ahora repasando las fotos, veo que después de todo vimos unas cuantas cosas que no habíamos visto y la conclusión de que al norte hay que ir con paraguas sí o sí porque Bilbao sin lluvia tampoco sería Bilbao y lo que nos queda por ver, lo dejamos para la próxima.


  

Viaje a Creta: Knossos - Fodele - Chania

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14 de Julio de 2013


Más tarde de lo que yo hubiera querido, salimos de Heralkleio dirección Knossos, donde llegamos aproximadamente a las 9 de la mañana y encontramos de momento, pocos turistas en las taquillas. 


Nos disponemos a hacer la visita por libre (conscientes de que sería mejor una visita guiada, pero nuestras hijas de once y trece años no parecen demasiado interesadas..) sirviéndonos de un pequeño plano y de mi guía. 

También tenemos en la cabeza la mitología griega, que nos habla del mito de Teseo y el Minotauro y de un legendario palacio que incluía un peligroso laberinto.



Resulta que llega un tal Evans, británico, que logra que el mito no lo sea tanto, descubriendo lo que queda de aquel viejo palacio que gobernaba el rey Minos.  Sería por 1900 y la restauración de Evans fue muy criticada, por el excesivo uso del cemento en su reconstrucción. 

Nosotros, que no somos expertos, no lo vimos tan terrible y disfrutamos bastante de esta visita al lugar más turístico de toda Creta.


Knossos y otros palacios minoicos, se fundaron alrededor de 1900 a de Cristo y fueron destruidos y reconstruidos en varias ocasiones.


Bajo un sol de justicia a primera hora de la mañana, vamos viendo los diferentes espacios del palacio. Una ligera brisa atenúa el agobio (menos mal).  


Pero ¿dónde está el laberinto? nos preguntamos todos al entrar. La única respuesta posible es que todo el palacio era un laberinto.

Esa disposición y la riqueza de los tesoros hallados en el interior, fue lo que hizo que Evans pensara en Minos y su minotauro, llamando minoica a la cultura recién descubierta.

 

Los lugares en los que la gente se detiene más son las habitaciones del rey Minos, con su trono original.  


También en aquellas habitaciones en que aparecen frescos que dan un gran colorido al lugar. 


Aunque en alguna ocasión, el protagonismo se lo llevaron unos pajarillos que nos observaban plácidamente desde su nido.

Son muchos y diferentes espacios que apenas podemos identificar, pero que nos hacen tener una idea del esplendor de esta cultura milenaria, que recordamos de nuestros libros escolares como la antesala a la cultura griega. 

Nos pesa no poder comprender mejor lo que significa estar aquí, pues resulta difícil abstraerse rodeados de turistas que como nosotros, intentan atisbar una mínima parte de lo que fue.


Como hicimos una visita un tanto anárquica, llegamos casi al final a la entrada norte con su toro embistiendo.



o hasta los grandes cuernos del susodicho toro en los que casi había que guardar fila para hacer una de las fotos más típicas.



Nos cuesta un poco más encontrar las habitaciones de la reina, algo escondidas y casi no aptas para la fotografía, pues hay un cristal protector tras el que podemos contemplar el fresco de los delfines, tan curioso.


A la hora que nos marchamos, hay ya una auténtica aglomeración de gente. El consejo a seguir es llegar pronto y mejor a la hora de apertura que es a las ocho, para hacer la visita con tranquilidad.



Ha sido una hermosa visita, posiblemente la más emblemática (a pesar de lo turística) de la isla de Creta y sé que me gustará recordar mi paso por el legendario palacio de un Rey, del que se dice que tenía un laberinto que albergaba en su interior un fiero minotauro. 

Knossos es pura leyenda.


 Vamos a continuación, siguiendo ya ruta para nuestro siguiente lugar de estancia, Chania, a hacer una pequeña parada en un pueblo que se encuentra a escasos kilómetros de aquí: Fodele, cuya singularidad es ser el lugar de nacimiento de El Greco. 

Tomamos un refresco en una taberna antes que nada (1,50 cada uno) para quitarnos el acaloramiento y nos vamos a la búsqueda de la casa natal de Domenico (aunque en la guía leo que no es seguro que naciera aquí) y la iglesia bizantina que está frente a la casa.

De paso paseamos un poco por el pueblo que tampoco tiene nada de particular, pero que nos deja unas cuantas imágenes agradables a nuestro paso.



Al final resulta que los dos lugares que buscamos, están bastante lejos del pueblo, así es que volvemos a por el coche para no darnos la caminata y hacemos una visita breve, ya que no entramos a la casa, de este sencillo lugar que tiene como principal reclamo la figura del genial pintor, a pesar de todo español, El Greco.


   
Sí que entramos a la muy hermosa iglesia bizantina, que según nuestra guía data del siglo XV.



Nos sorprende su magnífico interior repleto de iconos en bastante buen estado, así como encontrarnos a una dispuesta informadora oficial en su interior, que respondió amablemente a todas nuestras preguntas.



Estas pequeñas iglesias situadas en cualquier paraje, nos maravillaron en Rodas y vuelven a hacerlo aquí, convirtiéndose en una referencia, para nosotros, de las islas griegas, junto con el azul intenso del mar.

Tenemos algunas provisiones para hacer una comida tipo pic-nic, y como va siendo la hora, decidimos buscar una playa cercana y darnos ese baño que todos (sobre todo algunas) están demandando hace ya un buen rato.

Vamos bordeando la costa norte, así es que simplemente fijándonos en las posibles salidas a playas, nos metemos en la primera que encontramos, que se llama Mina o algo así y que no se caracteriza por sus aguas cristalinas como la del pueblo Agia Pelagia en la que estuvimos ayer. Al contrario, tiene una entrada con arena oscura y algas. Por lo menos tiene arena.



 Cuando estamos casi hartos de playa seguimos viaje a Chania, por la autovía norte. No hay grandes distancias en Creta, pero hay que acostumbrarse a la peculiar manera de conducir aquí, ya que lo hacen casi siempre por el arcén. Sí, literalmente. Eso hace que los adelantamientos se hagan por el carril, sin demasiado respeto por el vehículo que viene de frente, que posiblemente también avanza por el arcén y al final hay una política de cabemos todos que a nosotros, nada acostumbrados a esto, nos da auténtico horror, pues llegamos a ver adelantamientos casi a dos bandas y sin importar lo que tengas delante. 

También nos dieron algún susto adelantándonos a nosotros de improviso. Lo único positivo es que no van demasiado deprisa, es una conducción tranquila, que da tiempo a reaccionar ante pequeñas sorpresas”.

Chania, es la ciudad más bonita de Creta. Eso dicen. 

Lo primero será buscar el apartamento que hemos alquilado. A ver si hay más suerte que con el hotel de ayer, que no nos gustó mucho. (Castell en Herakleio). 

Nuestro alojamiento está en pleno casco histórico, muy cerca del puerto: los apartamentos Irini, son una buena opción, aunque el aire hippie que se gastan, tal vez no guste a todo el mundo. 
Como nosotros somos un poco mochileros no hay problema. 

La dueña nos recibe con una amplia sonrisa y tras darnos la información habitual, nos deja a nuestras anchas en el apartamento, más bien piso, en el que pasaremos dos noches.

Dos habitaciones, una cocina y un balcón exterior que incluye una pasarela a una terraza con emparrado e incluso una hamaca de esas que se cuelgan en una barra, que hace las delicias de las menores. 

Estas son nuestras primeras vistas de Chania desde la ventana de nuestro apartamento.


Queremos aprovechar lo que queda de día. Un baño nos deja como nuevos y listos para hacer una incursión, sobre todo, por la zona del puerto, la más famosa.

La antigua ciudad de Kydonia, llamada La Canea por los venecianos, es también conocida como La Venecia del este. Situada al pie de las montañas blancas, tiene un evocador puerto que te pide pasearlo de punta a punta.





La hora mágica del atardecer pone los restantes colores a un panorama mágico, si no fuera porque hay turistas hasta debajo de las piedras, lo que no favorece demasiado la magia.



Esperaremos a mañana para poder hacer un recorrido más completo de la ciudad. Ahora, sin rumbo fijo, nos dedicamos a pasear y disfrutar del recorrido, aparte de evitar a las decenas de camareros que nos ofrecen entrar a todos los restaurantes por los que vamos pasando, lo que al final es un agobio.



Chania sí que nos recuerda más a la vieja ciudad de Rodas, todo lo contrario que Herakleio, con ese aire tan norteafricano que nos desconcertó.


Como tenemos que cenar, buscamos un lugar más adecuado a nuestros gustos y presupuesto, alejándonos del puerto, donde nos espera un laberinto de callejuelas con tiendas muy bonitas, en cada uno de sus rincones. 

Cuando finalmente encontramos un lugar que nos gusta, resulta que tiene dos entradas y terminamos cenando en el mismo puerto, aunque no nos han avasallado para entrar ni nos han sugerido esto y lo otro. Somos adictos a la ensalada griega y al tzatziki (una especie de mezcla de yogur con pepino de sorprendente resultado) y esta vez decidimos añadir a lo anterior la moussaka. El problema es que mi hija pequeña no es muy partidaria de nuevos sabores y necesita alternativas más occidentales, así es que siempre tenemos que buscar lugares en los que podemos pedirle algo así como un sándwich mixto o un filete con patatas. Como tiene diez años, vamos a pensar que algún día cambiará y será algo más abierta en esto de la gastronomía. 

Después de cenar seguimos nuestro paseo por la otra manga del puerto, atravesando muchos lugares de marcha, con veladores abarrotados y música más bien elevada. Nuestra hija mayor, ya preadolescente, está encantada. No ha abandonado su móvil ni su repertorio de música en ningún momento. 

Y así llegamos hasta el final del puerto y nos quedamos un rato contemplando el panorama antes de volver a casa, imaginando lo maravilloso que sería ver esta estampa en soledad e imaginando que así es, sin turistas, sin músicas, sin vendedores, sólo nosotros escuchando el suave sonido de las olas y dejándonos arrullar por su ritmo pausado, tan evocador y cadencioso. Tan lejano de la realidad que nos acompaña a pocos metros de aquí.



Continuará...

Viaje a Creta - Playas de Elafonisi y Chania

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15 de julio de 2013 - PLAYAS DE ELAFONISI/ CHANIA


Hemos amanecido en Chania, más o menos temprano, pero con la intención de abandonar pronto la ciudad para dirigirnos a una de la más hermosas playas de Creta. 


Situada en el extremo sudoeste de la isla, las playas de Elafonisi, gozan de merecida fama. Sabíamos, y fue verdad, que no íbamos a estar precisamente solos y, ya en la carretera nos hemos encontrado con varios autobuses que seguían nuestra misma dirección.

El camino de acceso, no tiene demasiada buena fama. Una vez que se abandona la única autovía (la del Norte) con que cuenta la isla hay que dirigirse, por el interior, dirección Sur y más tarde hacia la costa, dirección oeste. La verdad es que no nos ha parecido tan terrorífico como imaginábamos. Hemos llegado sin demasiada dificultad. Será que estamos acostumbrados a las carreteras de los Pirineos o que, tomamos como referencia Rodas, donde los puntos a los que íbamos no aparecían ni en los mapas.

Por otra parte hemos adquirido la costumbre nacional de conducir por el arcén y vamos menos sobresaltados que en los pasados días.


Llegados a la playa, vemos que su fama es más que merecida y, por otra parte, como también sabíamos, la playa es tan grande que, a pesar de la masiva afluencia de turismo,  hay sitio para todos y se puede disfrutar (aunque sea en compañía) de una de las más bonitas playas con la que nos hemos encontrado nunca. 



A nuestras hijas les falta el tiempo para lanzarse al agua. 


Es una maravilla. Aguas transparentes y cálidas, arena suave y rosada. 



Hay un pequeño islote en el interior al que todo el mundo accede caminando, como parte de las diversiones del lugar. 



Nosotros optamos por colocarnos en el islote para estar más tranquilos. Debíamos estar divertidos pasando en expedición por entre las aguas, con las mochilas, las chanclas y nuestra sombrilla.



Por supuesto, no tenemos más planes para la mañana, salvo disfrutar del entorno y retenerlo en nuestras pupilas para los duros días de invierno.



La playa, a pesar de ser masiva, tiene un cierto aire tropical con las sombrillas de paja y se mantiene muy limpia. Hay personal que se ocupa de ello, lo que es de agradecer. También cuenta con buenos servicios. Todo no podía ser perfecto y el pero se lo ponemos a los horrorosos bocadillos y pizzas que sirven en los dos chiringuitos habilitados al efecto. Se podían haber esmerado un poco más, la verdad. Las pizzas que nos tomamos pasan a engrosar nuestro capítulo de horrores, del que nos hubiera gustado no tener que incluir a Creta ni a esta hermosa playa.


Volvemos temprano, porque tenemos intención de hacer una visita en condiciones adecuadas, sobre todo en cuanto a luz se refiere, de Chania.



Así es que, tras una renovadora ducha salimos a hacer un pequeño recorrido por la ciudad, que nos permita descubrir mejor algunos de sus rincones que, ayer por la noche, aunque pasáramos por ellos (como así fue) no supimos apreciar.


Partimos del puerto, que ahora vemos en todo su esplendor y, que es la verdadera estampa de Chania.  


El ambiente es refrescante y agradable y nos deja imágenes marineras, con sabor a sal.






Aunque lo realmente típico son las pintorescas casas venecianas, la mayoría muy cuidadas, otras no tanto, que forman el armónico conjunto característico de la que es, posiblemente la ciudad más bonita de Creta.




Vamos adentrándonos por el laberinto de callejuelas que conforman la parte de atrás y, encontramos, sobre todo, muchos puestos de venta de todo, algunos decorados con gran esmero para que no rompan el conjunto.


Calles para perderse, rincones para detenerse sin prisa, bares para la conversación pausada, todo a medida del visitante. El conjunto es ordenado y armónico, tal y como una ciudad como Chania merece.



Atención a los detalles:


A un lado de Odos Khalidon (donde también tenemos nuestro alojamiento) se encuentra la catedral de Chania. 



Su interior ya no nos sorprende, porque ya conocemos la riqueza ornamental del culto ortodoxo con sus hermosos iconos.




Sin embargo sigue manteniendo un cierto aire de recogimiento con sus pequeñas candelas y las paredes llenas de exvotos, de templo en uso, para la gente de aquí, que las multitudes de turistas, entrando y saliendo de cualquier manera, no logramos arrebatarle del todo.


Nuestro itinerario de puntos más interesantes no nos impide seguir perdiéndonos por aquí y por allá buscando siempre el camino menos corto para llegar a nuestro destino. Única manera de ir encontrando lugares que nos llaman la atención por su cuidada puesta en escena.

Conforme dejamos atrás la zona más turística, la normalidad se va imponiendo. Eso nos gusta, ver el lado más auténtico de los lugares que visitamos, aunque no siempre es fácil.

Mención especial a la zona llamada Plateia, en la que se encuentra Agios Nikolaos, convertida en mezquita por los turcos, que conserva su minarete.



Este lugar, algo más escondido, tiene mucho encanto y aunque también hay turistas, se ve a gente normal disfrutando del descanso vespertino, tomándose sus cafés o cervezas, conversando o jugando a backgammon con mucha soltura.



 Nos quedamos un rato disfrutando del ambiente y cuando nos parece callejeamos ya, a nuestro aire, intentando encontrar esa autenticidad que una ciudad cien por cien turística, como Chania, también posee.


Volvemos, poco a poco hacia la zona del puerto donde, al igual que ayer, encontramos mucha (demasiada) animación y nos mezclamos con la riada de gente que viene y va, buscando un lugar adecuado para cenar. Mientras tanto, nos paramos ante las tiendas, que exponen ante nuestros ojos mil y un objetos, como si fuera un inmenso bazar que, decididamente sí nos recuerda la ciudad de los cruzados de Rodas capital.



Dejamos que vaya anocheciendo en esta última noche para nosotros en la que, posiblemente, sea una de las ciudades más bellas de la isla de Creta. 



Nuestro viaje todavía no ha terminado...

Viaje a Creta - Chania - Rethymno - Monasterio de Arkadi

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16 de Julio de 2013 


Hoy vamos a despedirnos de la hermosa ciudad de Chania, que ha sido nuestro destino durante dos días. Lo hacemos a plena luz del día, admirando su puerto una vez más, cuya imagen parece salida de la paleta de algún pintor. 

Pero, aprovechando que tenemos que comprar algunas provisiones, antes de abandonar Chania, nos damos un pequeño paseo que nos acerca hasta su mercado cubierto.


Un gran espacio repleto de sabores y olores mediterráneos que hace nuestras delicias.



Y una vez efectuadas nuestras compras, tranquilamente nos vamos hacia Rethymno, otra de las hermosas ciudades de la isla de Creta.


Rethymno es conocida también, como su capital cultural, y es que tras la caída de Constantinopla, muchos eruditos bizantinos, buscaron refugio aquí. 
Otra de sus características es el haber sido ocupada por los turcos durante 250 años, lo que le da un genuino toque oriental.

Nada más llegar a Rethymno, vamos en busca de nuestro apartamento, aunque hasta las 14.00 horas no vamos a poder entrar, y nos encontramos con la sorpresa de que está muy alejado del centro, en una zona eminentemente turística, situada al lado del mar, eso sí.

Dejamos el coche aparcado y nos vamos en busca del centro histórico tras una buena caminata y bajo un sol nada piadoso que nos deja agotados.

Rethymno tiene un puerto que, como sucedía en Chania, le da su característica estampa, rodeado por una gran fortaleza veneciana, aunque al igual que en la anterior, la situación de turistas por doquier, le resta bastante encanto. 


Mil camareros nos ofrecen entrar a comer a sus establecimientos, haciendo un paseo, que podría ser encantador, en una aburrida sucesión de No, thanks, que nos impide disfrutar del lugar en el que estamos. 
¿Cómo encontrarnos con los inicios de la civilización griega? ¿Con el cruce de civilizaciones de una ciudad como ésta? 
Me siento decepcionada.



Decidimos callejear por el interior y esto sí que es realmente una gozada, pues son calles laberínticas en las que puede contemplarse multitud de detalles, como  los típicos balcones turcos de madera, tan pintorescos.


En nuestro paso también nos detendremos ante muchas tiendas de productos artesanales, la gran mayoría decoradas exquisitamente. 



Aunque vamos un poco sin rumbo fijo, pronto desembocaremos en una de las plazas más típicas y fotografiadas, especialmente por su esplendida fuente, la Fuente Rimondi, que fue construida por los venecianos en 1623 y a la que no le faltan las cabezas de león por las que mana un agua fresquita y pura, como pudimos comprobar por nosotros mismos.



Como todavía no podemos ocupar nuestro apartamento, decidimos que, ya que estamos, terminamos de hacer el paseo por la ciudad, para aprovechar el tiempo y bajamos por otra de sus típicas callejuelas, hasta encontrar la Mezquita Nerantzies, con tres cúpulas y esbelto minarete, que primero fue iglesia, más adelante mezquita y ahora conservatorio de música.



De vez en cuanto, entremezclados entre las riadas de turistas esparcidos por todas partes, se mezclan lugareños, a los que enseguida se reconoce y no solo por su aspecto (características en toda Grecia, las mujeres de negro, por ejemplo, como lo eran en España hace no tantos años) sino también por su aire menos apresurado. Los griegos tienen en la conversación sin prisa, uno de sus principales elementos de disfrute y ese ver la vida pasar debe de ser una filosofía vital que les viene de muy lejos.


Pero estábamos paseando por Rethymno,  y llega la hora de comer, lo que hacemos en una de las múltiples tabernas que nos encontramos y que resolvemos con los típicos Gyros-pita acompañados por una ensalada griega, que nos gusta a casi todos. No es un problema el precio tampoco, ya que es bastante asequible en general.


Después vamos, ahora sí, a la búsqueda de nuestro apartamento y tras otra caminata, llegamos a Yacinthos donde nos recibe una señora que nos habla en francés, y nos conduce hasta una casita blanca de dos alturas, muy mona y, sobre todo ¡con piscina!, con el calorazo que llevamos encima, es fácil adivinar que es lo que hacemos a continuación.




Convenientemente relajados, propongo a mis acompañantes, realizar una excursión que yo tenía prevista para mañana, ya que vamos a tener tiempo.


No he comentado que en mi itinerario, he descartado el realizar la excursión por la garganta de Samaria, en primer lugar por las altas temperaturas y también  porque no hemos venido preparados convenientemente para una caminata de más de veinte kilómetros. Eso sí, soy consciente de que nos estamos perdiendo una de las visitas más típica y valorada en la isla de Creta.



En cambio nosotros vamos a ir al Monasterio de Arkadi, que también está catalogado como lugar inolvidable, pero en el que, realmente nos vamos a encontrar casi (¡por fin!) lejos de las hordas turísticas.



Nos dirigimos veinte kilómetros al sureste, por una carretera serpenteante, hasta llegar a este monasterio que tiene un magnífico emplazamiento en la montaña y en el que hace hasta fresquito. 



Se está realmente bien. Es lugar emblemático porque tuvo un importante papel en la historia de la resistencia turca en el siglo XIX. 


El día 9 de noviembre de 1866 los turcos lograron forzar la puerta del monasterio en el que se refugiaban miembros de la resistencia. Valerosamente, prefirieron morir antes que entregarse y prendieron fuego al polvorín, muriendo la mayoría (cretenses y turcos). 


Algunos supervivientes, como una niña, se hicieron famosos y así, esta pequeña, junto con los líderes de la resistencia y el monje que prendió la llama (cuenta la leyenda) tienen sus bustos conmemorativos en el exterior del monasterio, aunque la niña, convertida en la anciana que llegó a ser.




Muchos intelectuales, como Victor Hugo, apoyaron la causa cretense, que fue argumento del libro Libertad o muerte del célebre escritor griego Kazantzakis.

Una vez dentro del complejo del monasterio, lo primero que se visita es un osario con los restos de las víctimas de la tragedia, lo que ya te pone en situación.






 En el interior propiamente dicho, nos acercamos a ver de cerca la imponente fachada veneciana de 1587 y el interior de la iglesia, en la que hay un monje recitando algo y una anciana de negro que, rápidamente nos dice no photo



El aire recogido del templo, invita a hacer un recorrido breve y silencioso por el interior, sin mayores pretensiones.



Puede verse igualmente el polvorín, con un cartel conmemorativo de la tragedia, así como las antiguas celdas de monjes y peregrinos. 



Tras un vistazo al museo con múltiples fotografías de los héroes de la resistencia, volvemos a la civilización.



El Monasterio de Arkadi nos ha parecido un lugar especial. Ha sido para nosotros una visita muy interesante y sosegada, lo que ya nos venía haciendo falta. Ha sido un acierto y un contrapunto necesario llegar hasta aquí.


Hacemos una rápida cena en casa con algunas provisiones que tenemos, y volvemos a la ciudad vieja de Retimno, haciendo parte del camino en coche, pues estamos realmente lejos del casco histórico. 



Una vez allí decidimos empezar a comprar algún que otro recuerdo, como una pequeña guitarra roja muy bonita, que entusiasma a mi hija pequeña. La mayor opta por un tatuaje de hena, que le dará un aire más chic y se queda feliz con un lagarto que le sube por el tobillo y que le queda estupendo (casi estoy por hacerme yo otro).


Cuando estamos lo suficientemente cansados, volvemos a casa, pensando en el itinerario que haremos mañana y que nos conducirá hasta el sur de la isla.

Viaje a Creta - Monasterio de Preveli, Playa de Preveli y las Cuevas de Matala.

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17 de julio 2013 

Nos tomamos la mañana con calma, pues vamos arrastrando cansancio  de los días anteriores, desayunamos casi con parsimonia en nuestro apartamento de Rethymnos (que incluye desayuno) y su amable anfitriona nos despide con muchas muchas recomendaciones para lo que nos queda de recorrido en la isla de Creta.

La primera de ellas, no nos hacía falta, pues ya la teníamos en el itinerario.  Se trata de Moni Preveli y de la playa del mismo nombre.


Para ir al Monasterio de Preveli, deberemos dirigirnos hacia el sur de Rethymno y una serpenteante carretera, nos llevará hasta el lugar idílico en el que se encuentra el Monasterio de Preveli. 

En un momento dado pasamos por unas espectaculares gargantas, y no podemos resistirnos a hacer una pequeña parada para contemplarlas y sacar alguna fotografía. 

 

El viento es tan fuerte que un poco más y nos arranca la puerta del coche al salir, así es que casi nos arrepentimos de nuestras intenciones fotográficas por muy bonito que sea el paisaje.

Este Monasterio, como el de Arkadi, tiene su historia ligada a la resistencia cretense como la que tuviera lugar en el siglo XVII, frente a los turcos. Hay que decir que los monjes decidieron marcharse del que fuera su primitivo emplazamiento en busca de un lugar más remoto, que es en el que estamos. 

No tuvieron mal ojo los monjes, el lugar es bellísimo,  frente al mar de Libia. 


Un buen sitio para esconderse del mundanal ruido y para llevar a cabo la resistencia frente al elemento invasor adecuadamente. Múltiples olivares, cabras, vino, todo lo compartían con los campesinos, no fueran a llevárselo los turcos.



Más adelante también los monjes acogieron a los aliados, en la Segunda Guerra Mundial,  y cuando en 1941, los alemanes tomaron Creta, ayudaron a la evacuación de aquellos, desde las cercanas playas, a la costa de Alejandría. 

 Los alemanes, en represalia, destruyeron el Monasterio, así es que los elementos originales no se conservan. 

No importa, el lugar es precioso y digno de admiración. Ha valido la pena llegar hasta aquí para encontrar uno de estos sitios perdidos en el tiempo, que a mi tanto me gustan.


Un monje nos indica que entremos  la iglesia de Agios Ioannis de recogido interior. En ella se conserva una emblemática cruz, que incluye una reliquia de San Marcos y que también tiene su leyenda, pues se dice que los nazis intentaron llevársela tres veces sin lograrlo.


El monje nos la muestra más de cerca y, junto con otros visitantes, recibimos su peculiar bendición, pues coloca la cruz sobre cada una de nuestras cabezas diciendo unas palabras rituales (supongo).

En el exterior, recorremos el resto de las dependencias, que incluyen un pequeño museo. 


Un pacífico lugar de los que siempre digo que me gustaría, en algún momento, pasar una buena temporada. 


Cumplida la visita, nos marchamos. Aunque todavía haremos una parada para fotografiar una especia de monumento a la resistencia que hay en plena carretera, en espectacular emplazamiento.


Preveli no solo tiene como principal atractivo su Monasterio. No, mucha gente llega hasta aquí para ver su playa, que está cerca y es preciosa, como veremos.




Hay que esforzarse un poco para llegar hasta ella, pues el camino de acceso desde el Monasterio, es un sendero empinado y pedregoso, por el que hay que descender cuidadosamente unos diez minutos.

Así lo hacemos, pensando (yo) que más dura será la subida que habrá que realizar después y que ya me voy imaginando, pero hay sitios que no hay que perderse.



La playa se encuentra a la salida de una garganta, y es también conocida como Palm Beach por su plantación de palmeras a la ribera del río Megatópomos que va a desembocar en la misma playa. 

Así es que tenemos franja de río y de mar, todo en uno. Realmente preciosa, aunque no precisamente deshabitada. 



Aparte de turistas, como nosotros, que hemos bajado por el sendero desde el monasterio, hay pequeños barcos que traen a más turistas desde otros puntos, aunque, afortunadamente, está bastante controlado, pues el lugar es más bien pequeño.



Se está muy bien aquí y aún se estaría mejor si no fuera por el viento que hace que resulta más bien desagradable. Buscamos un lugar junto a la sombra y nos encontramos también con unas juguetonas ocas que campan a sus anchas por el lugar y son otro elemento de diversión.



Hubiera sido una buena idea comer aquí, pero nuestras provisiones están en el coche, así es que nos quedamos descansando un buen rato y disfrutando de este bello paraje, con unas características tan peculiares, que lo hacen único.





Cuando nos parece, hacemos ánimos para volver a subir el sendero en cuestión, lo que es un poco pesadilla, porque hace sol y las escaleras de piedra se hacen interminables, sobre todo para mi hija pequeña que protesta una y otra vez.



De vuelta al coche, nos planteamos buscar un lugar para parar y comer tranquilamente, pero dado que nuestras dos hijas se quedan rendidas por el cansancio nada más montar en el vehículo, decidimos no molestarlas y seguir hasta nuestro siguiente punto de destino sin interrupciones.



Así es que me quedo sin conocer las playas de Agios Pavlos o de Triapetraque en las dos guías que llevo (Lonely Planet y Anaya Touring) recomiendan vivamente y seguimos hacia MATALA, decididamente al sur de la isla, que es donde pasaremos la noche.





¿Por qué Matala? Pues porque había que buscar un lugar intermedio en el sur, antes de dirigirnos al Este de la isla y también porque está cerca de algunos de los más importantes yacimientos minoicos.

Por otra parte Matala, tiene la singularidad de haber sido una colonia hippie en los años setenta. Cat Stevens, Dylan, se dice que estuvieron por aquí y ese punto hippie queda aún en las calles de un pueblo que, por otra parte, tiene tantos turistas como los demás y poco de especial.




Nosotros, durante toda nuestra estancia aquí, intentaremos encontrar sus singularidades, que alguna hay, como el curioso árbol del centro  de la plaza en la que buscamos aparcamiento, que sin duda podría contarnos, si tuviera el don del habla, numerosas historias de los viejos años sesenta, tan cercanos y tan lejanos, según se mire, a nuestra época.

Pero ha pasado el tiempo.


Nos arman un pequeño lío con el hotel, pues nos llevan a uno que no era el que habíamos reservado, y nos dan dos habitaciones en lugar de la habitación familiar que habíamos elegido. Algo contrariados, nos acomodamos en el Hotel Zafiros, que no nos gusta nada. Menos mal que tiene una pequeña piscina que, al menos las niñas aprovechan. Yo no, porque aquí hace un viento de mil demonios y no es que apetezca mucho, la verdad.



Opto por descansar y buscar algo de información para el itinerario de mañana, que no tengo muy claro.



Algo repuestos, no nos queremos ir de aquí sin visitar las famosas cuevas, que fue lo que atrajo a los hippies hace unas cuantas décadas y que son otro atractivo de la pequeña ciudad en que nos encontramos. 

Están completamente a la vista, y nos dirigimos hacia ellas o más bien hacia la taquilla, pues las visitas están controladas, lo que le quita también encanto al sitio, pero qué se le va a hacer.





Hemos llegado algo tarde pues son las seis y veinte de la tarde y el cierre es a las siete. Pero pagamos religiosamente los tres euros (sólo hemos venido los mayores, las niñas se han quedado en el hotel) y nos perdemos por estas peculiares cuevas, que fueron hechas por el hombre y cuyo origen, aunque no está muy claro, parece datar del periodo paleocristiano o romano, siendo utilizadas como tumbas.






Las escalamos y nos metemos por todos los agujeros que podemos. Algunos de ellos conservan pintadas en su interior y hay muchas marcas por las piedras de toda la gente que ha pasado por aquí, reviviendo la leyenda. 




Un lugar curioso, ciertamente, pues las galerías tienen las más curiosas formas y algunos parecen tener ventanas y mobiliario en su interior.





 Aprovechamos el tiempo debidamente, pero a las siete menos diez, el guardián ya está en la puerta mirándonos con cara de pocos amigos.
Apuramos el tiempo, pero preferimos no enfadarlo y, a la hora convenida, dejamos el lugar.



Como aquí hay de todo, hacemos alguna compra en un supermercado y volvemos al hotel a recoger a nuestras hijas, antes de dar un paseo por el pueblo y buscar un sitio para cenar.



A las niñas no les gusta mucho este sitio. Demasiado pequeño, aunque tiene su ambiente, pero claro, las dos noches anteriores en Chania y Rethymno han sido otra cosa y Matala es simplemente un lugar turístico más.



 Por mucho aire neohippie que pretendan darle algunos.









Algún viejo hippie todavía queda por aquí, como un tal George, que se ha hecho famoso, así como muchos carteles, y reclamos para camisetas.



Life is today. Tomorrow never comesdice un cartel visible desde la playa de Matala. 

Esto es lo que queda de lo que antaño fue. Casi da pena. 

A mí por lo menos. 


Yacimientos arqueológicos de FESTOS y GORTINA - MESETA DE LASITHI - AGIOS NIKOLAOS

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18 de julio 2013


No estamos madrugando demasiado en estos últimos días y es que el cansancio va dejando su huella en nosotros, así es que no demasiado temprano, dejamos Matala, donde hemos pasado la noche, para dirigirnos a FAISTÓS o FESTOS, considerada la segunda ciudad minoica más importante después de CNOSSOS. 


Su visita ha sido uno de los motivos por los que decidimos tomar MATALA como base de operaciones para visitar el Sur, con lo cual, a pesar de que a mis hijas esto de las ruinas, como dicen ellas, no les motiva demasiado y están un poco de morros con nuestra propuesta, nos dirigimos hacia allí y en un escaso cuarto de hora estamos en la puerta de entrada. 

Lo primero que hay que decir es que no hay demasiada gente. En cualquier caso, nada que ver con Cnossos, que es el yacimiento más visitado con diferencia. 

Su descubrimiento se debe al arqueólogo italiano Halbherr, nacido en Rovereto en 1857. Al contrario que en la polémica reconstrucción de Knossos por Evans, Festos conserva por completo su autenticidad, lo que para muchos le da un mayor valor arquitectónico. 

 Festos tiene un aire mucho más tranquilo y un bonito emplazamiento, sobre la llanura de Mesara.



Su gobernador fue Radamantis, hermano del famoso Rey Minos, con lo que podemos decir que ambos lugares: Knossos y Festos, tienen la misma antigüedad. Aproximadamente construido en 1900 antes de Cristo, fue destruido en 1700 y reemplazado por un palacio nuevo que se erigió sobre los cimientos del anterior, con lo que podemos ver restos tanto de uno como de otro palacio.


El pequeño folleto que dan a la entrada no ayuda mucho. Hay algún cartel que te va indicando lo que vas viendo, más o menos, pero hay que echarle buena voluntad, teniendo también en cuenta también que estamos viendo dos palacios de dos diferentes épocas y todas sus dependencias, superpuestos. 

La zona mejor conservada corresponde al llamado "palacio nuevo". Destacan las gradas del Teatro, en las que el público acudía a ver espectáculos de tauromaquia o ceremonias religiosas. 


Identificamos también el llamado Santuario tripartito.


Hay un gran patio central con privilegiadas vistas a las montañas de Psiloreitis. 



Y vemos como al suroeste del patio se encuentra un conjunto de almacenes y silos.



Lo que es concretamente la zona del palacio está vallado, porque continúan los trabajos de excavaciones en él. 


En la zona en la que se encuentran trabajando, en la parte de atrás, un cartel nos indica que fue aquí donde se halló el famoso disco de Festos, escrito en una especie de jeroglífico que todavía no ha podido descifrarse y que hay quién considera como uno de los grandes enigmas de la Historia.



Tendremos oportunidad de verlo más adelante, concretamente en el Museo arqueológico de Heraklion, la capital de Creta, que es donde se encuentra el original, o eso dicen.


Continuamos nuestra visita ya sin rumbo fijo, disfrutando del privilegio de estar aquí así como del entorno en el que nos encontramos. 


No elegían nada mal estos antiguos sus lugares para vivir. Hermosas perspectivas les acompañaban en su vida diaria.




Pero estamos tardando algo más de lo previsto y tenemos un segundo destino también cercano esperándonos.  

Aquí en este mapa vemos la ubicación del yacimiento que vamos a abandonar: Phaistos (Festos/Faistos) y el que visitamos a continuación.


Se trata esta vez de otro yacimiento importante, pero posterior al anterior. 

GORTYS o GORTINA tiene otras peculiaridades. Lo más destacable fue que durante 250 años fue la capital de CRETA. Ello sucedía en la época de los romanos, siglo III antes de Cristo. Nos encontraremos ante una interesante mezcla de estilos, pero eso no es lo más llamativo.

La visita resulta peculiar, porque sólo una parte se encuentra controlada, propiamente. 



Así es que al entrar el recinto y encontrarnos los restos del Odeón semicircular y de la basílica de Agios Titos que no podemos visitar porque están restaurándola, nos sentimos algo decepcionados. ¿Ya no hay nada más?



Nos acercamos para ver más de cerca las columnas que rodean el Odeón, que data del s. I de nuestra era y que era utilizado como teatro cubierto.  



Al menos, encontramos también lo que es más curioso de ver: el más antiguo Código Penal de Europa, protegido por una verja y que contiene regulaciones sobre los más diversos temas, como divorcio, derechos de herencia o propiedad. Está escrito en alfabeto dórico y data de 500 antes de Cristo.




GORTYS tuvo doscientos cincuenta años de esplendor, antes de ser destruida por los turcos y posteriormente abandonada. 

Uno puede encontrarse restos de todo tipo, pero lo curioso es donde puedes encontrarlos. En realidad, mirando el plano, resulta que la mayoría de los lugares indicados no están incluidos en el precio de la entrada y hay que marcharse literalmente a la carretera para encontrarlos.






Así lo hacemos y vamos viendo columnas tiradas de cualquier manera y restos por aquí y por allá, que todavía están sin un destino adecuado.

 

Metiéndonos por los campos, al lado de la carretera, encontramos valladas las ruinas que pertenecieron al pretorio. 

Llegamos a la conclusión de que tienen más dentro que fuera.




Ruinas del templo de los dioses egipcios, del templo de Apolo (en el que están trabajando), al menos hay unos pequeños carteles para que te puedas hacer una idea.



Resulta curioso ver a turistas (no muchos, la mayoría se limita a hacer la visita de lo que está propiamente en el recinto) deambulando por la carretera y cruzando de un lado a otro en busca de restos de las diferentes civilizaciones que poblaron Gortys que, sin duda, tuvo una importancia capital en la isla de Creta.

Bastante agotados del paseo, tomamos en el bar un refresco antes de continuar camino y, como ya es hora de comer y nos espera un buen trecho hasta llegar a AGIOS NIKOLAOS donde pasaremos la noche, hacemos una parada en un pueblo elegido al azar, PIRGOS, donde nos están esperando a la puerta (o casi) porque no debe ser lugar demasiado visitado por el turismo. 

Vamos a uno de los tres restaurantes que están uno al lado del otro. Todos tienen una señora indicándonos que entremos y así lo hacemos, lamentando no haber elegido cualquiera de los dos en los que no hemos entrado, ya que en el que sí lo hemos hecho, había otra familia en el interior.


Supongo que empezamos a tener una visión de una Creta profunda alejada del turismo de masas. Se ve un panorama humilde y sabiendo la situación de los griegos, creo que la vida no debe de ser excesivamente fácil por aquí.


Comemos bastante bien, y además nos regalan un plato de fruta, el agua y cuatro pastelitos. He dicho bastante bien, porque no había excesiva variedad y mi estofado resulta ser unos trozos de carne bañados en aceite que termino compartiendo con los gatos de los alrededores, los cuales aceptan gustosos mi invitación.



Por la tarde nos esperan bastantes kilómetros y, lo único que se me ocurre para hacerlos más llevaderos es buscar un camino lo más agradable posible. 

La Meseta de Lasithi, que tiene un perímetro delimitado con bastante claridad en el mapa y que nos coge de camino, parece ser la mejor posibilidad.




Nos vamos dirigiendo hacia el interior y vemos como, poco a poco, el paisaje se va modificando y haciéndose más montañoso y abierto. 



 Seguimos un trayecto un tanto errático por carreteras secundarias. Es muy agradable, pues pasamos por pequeños pueblos donde se ve que viven todavía de la agricultura y hay elementos como pequeñas capillas, que nos hablan de un tipo de vida muy tradicional. 

También vemos como el turismo se va acrecentando conforme nos vamos acercando a la zona de la meseta, propiamente dicha. Es difícil encontrar lugares puros en Creta, como casi en todas partes, explotan todo aquello en lo que ven posibilidades. En este caso, la meseta de Lasithi y sus hermosos molinos, típicos de la zona, están siempre presentes pero al lado de establecimientos hosteleros o cualquier otro reclamo. 



Paramos en una zona donde está un Museo del hombre, y hay un mirador, para tomar nosotros también alguna fotografía de la zona. Por aquí también hace bastante fresco lo que, por primera vez en todo el viaje, nos obliga a sacar las cazadoras.

Ya que pasamos por aquí, nos acercamos también a la llamada Cueva Diktaio, famosa por ser el lugar de nacimiento nada menos que del dios Zeus. 


Dicen mis guías que es un sitio turístico a tope y que el sendero por el que se accede a las cuevas puede hacerse en burro. No tendremos ocasión de comprobarlo ya que, una vez que llegamos hasta el acceso a la cueva, nos encontramos con que el horario de tarde finaliza a las diecisiete horas. 

Pues nada, nos quedamos sin entrar a ver el lugar en el que Rea escondió a Zeus para librarlo de las iras de Cronos, una gran cueva de estalactitas y estalagmitas que posiblemente y, sobre todo, a mis hijas, les hubiera gustado visitar.

Seguimos viaje y nos esperan unas cuantas curvas que se nos hacen bastante interminables, aunque seguimos disfrutando de las bellas vistas que nos proporciona la meseta de Lasithi.



 Nos dirigimos hacia el noreste de la isla, nuestro destino es AGIOS NIKOLAOS la ciudad más importante del este de Creta y capital del distrito de Lasithi.

Llegamos bastante perjudicados y nos cuesta un poco dar con el apartamento, que hemos reservado para dos noches.  Cuando lo conseguimos, vemos que estamos en una zona residencial, algo alejada del centro. Afortunadamente es bastante confortable y su dueña muy hospitalaria y simpática.

 "Manus Apartments" - Fotos tomadas al día siguiente:



Estamos tan cansados que nos da una pereza terrible ir hasta el pueblo y decidimos simplemente descansar y dejar la visita para el día siguiente. 

Nuestra hija pequeña está además malita y se queja de dolor de tripa desde hace un par de días, así es que razón de más para hacer una pausa en nuestro recorrido que casi está llegando a su final. 

AGIOS NIKOLAOS - SITEIA - SPINALONGA- HERAKLION

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19 de Julio de 2013 - AGIOS NIKOLAOS - SITEIA


Hoy va a ser un día casi de relax, que de todo tiene que haber en los viajes. También vamos a tener que hacer una modificación rápida de itinerario, o mejor dicho, no plantearnos hacer la primera de las rutas que teníamos prevista, concretamente ir a la Playa de Vai, la más famosa playa del este, con su palmeral, una de las visitas que yo pensaba que a mis hijas les iba a gustar por aquello de que siempre quieren tener sus horas de playa, que estamos en vacaciones.


Pero resulta que la peque ha dormido fatal, no se encuentra bien y no quiere ni moverse de casa.  Vaya, qué contrariedad, y ahora ¿qué hacemos?, pues nada, nos quedamos de visita en Agios Nikolaos y en otra ocasión o en otra vida, más bien, tal vez podamos conocer personalmente la susodicha playa de Vai, que será tan turística como las demás, me digo para consolarme.


Estamos más cerca de Agios Nikolaos de lo que pensábamos, pero aún así, nos desplazamos en coche, y nada más llegar vamos en busca de un supermercado para comprarle a la niña una bebida isotónica, a ver si se entona un poco.  Mientras tanto, paseamos por el puerto de Agios Nikolaos, muy tranquilo a primera hora de la mañana. 


Turístico, pero no tan exagerado como otros lugares que hemos conocido en este viaje, aunque también es cierto que con menos encanto que Chania o Retimno, por ejemplo. 

A veces los lugares me parecen bonitos, pero demasiado artificiosos y casi prefiero lugares menos espectaculares pero que me den más autenticidad. 

Así es que cuando haga el balance final de Creta, tal vez recuerde estos lugares del este como más reposados y de mi gusto. Todavía no tengo la perspectiva suficiente.

Agios Nikolaos (San Nicolás)es un pequeño pueblo, antes pesquero, hoy claramente orientado al turismo.


Una de sus principales atracciones es su lago. De hecho, muchos de los establecimientos tienen que ver con él: Lago azul, Hotel du lac y, es que es la parte más bonita del pueblo.  El contraste de colores con la bahía de Mirabello, que está al lado, resulta muy atractivo. Lago y mar se unen a través de un canal.



Este lago, llamado Voulismeni, tiene una profundidad aproximada de diez metros, aunque hay una  leyenda sobre el mismo, que dice que no tiene fondo. Esto lo hace más atractivo.

Paseamos arriba y abajo esta zona, deteniéndonos en el lado situado junto al lago y sus alrededores. Hay unas escaleras que nos conducen hasta una pequeña iglesia, que está cerrada. 

Encontramos una cueva llena de aparejos de pesca que nos habla del origen del lugar, antes de ser destino turístico.

Y como las escaleras van más arriba todavía, seguimos por ellas buscando alguna nueva perspectiva fotográfica.

Después nos vamos metiendo por las callejuelas de Agios Nikolaos, con los tenderetes habituales y nada de particular.


Como nuestra enferma se va recuperando, y el paseo se nos ha quedado corto, miramos la guía a ver si tenemos alguna alternativa que complete la mañana. Descartada la playa, decidimos acercarnos a la ciudad más septentrional de la isla, o casi, Siteia.

El trayecto hasta llegar allí es agradable, pero mucho más largo de lo que pensábamos. Nos hemos ido acostumbrando a las peculiaridades de la conducción en Creta, pero algún camión nos dificulta la marcha y también hay muchos guiris, como nosotros, que no se han enterado todavía de que en Creta se conduce en el arcén (es que prácticamente es así) y el carril se usa para adelantar.


Llegamos tarde a Siteia, nos ha costado demasiado, tal vez no ha sido una buena elección venir aquí. Son sesenta kilómetros pero con curvas y dificultades, en los que hemos invertido buena parte de la mañana, un poco tontamente.


El pueblo, al menos, tiene su atractivo. Casi me atrevo a decir que, junto con algún pueblo del interior, es el menos turístico que hemos encontrado. Salvo la zona del puerto, con algún restaurante, el resto tiene una apariencia de lo más normal, lo que yo agradezco muchísimo.



Dejamos el paseo para más tarde y buscamos un sitio para comer. Incluso nos animamos a hacer una comida un poco más especial que en días anteriores, ya que nuestro viaje está tocando a su fin.

Así es que elegimos un lugar en el puerto y pedimos un plato de especialidades griegas y media botella de vino blanco, típico de la zona, que tiene cooperativa de vinos, según me he informado. Así,  celebramos nuestra estancia, casi ya de despedida, en la hermosa y muy turística isla de Creta.


Nos ponen un plato combinado con mousaka, una especie de empanadillas con espinacas muy aromatizadas y otras de queso. Algo parecido a unas albóndigas rellenas de arroz con especias y otra especialidad a base de berenjena, cebolla y tomate, bastante bueno.  Ni barato ni caro, ni especialmente destacable, pero mejor que mi horrible estifado de ayer, que terminaron comiéndose los gatos. 



Comidos y reposados, nos damos una vuelta por este pueblo tan normal, que me parece increíble. 

Gente corriente paseando por calles con establecimientos griegos que no pretenden atraerte para que te compres esto o aquello. Es agradable conocer algo de la cotidianeidad de la vida, en una ciudad cretense.



Nos tomamos, por último, un café frappé, tan de moda en Creta. Va todo el mundo con su vaso de plástico y su pajita, por la calle. Por fin logro hacerme con el mío y el invento no está nada mal.

Volvemos a Agios Nikolaos y, aunque tal vez han sido demasiados kilómetros para llegar hasta aquí, la visita a Siteia, no ha estado mal.


En nuestro apartamento, las niñas aprovechan para bañarse en la piscina. A mí no me apetece mucho, ya que hace demasiado viento y me dedico a preparar el itinerario de mañana.

Más tarde, todavía volveremos a Agios Nikolaos, para dar un paseo vespertino y ver la vida nocturna del lugar. Nuestras hijas no quieren acompañarnos, así es que lo hacemos en solitario (y aprovechando mejor la visita, hay que decir) rodeando el lago nuevamente, al que las horas de la tarde dan diferentes colores, que le sientan estupendamente.



Callejeamos por las mismas calles por las que hemos estado esta mañana, pero que ahora están mucho más repletas.


Descubrimos otras zonas, como un pequeño parque en el que un grupo de niños juega al fútbol y otro de niñas, a las maestras. Hay turistas y abuelos. Gente de fiesta y gente que pasea sin más, como nosotros. No demasiado bullicio, tampoco tranquilidad absoluta. Así es Agios Nikolaos, un término medio apacible en el que encuentras un poco de todo.


Como nuestras hijas se han quedado solas en el apartamento, no volvemos muy tarde y las encontramos en animada conversación con un matrimonio chipriota y su hijo. Nos unimos a la reunión y por casi dos horas compartimos (con una mezcla de idiomas algo penosa, sobre todo por nuestra parte, hay que decir) experiencias viajeras y familiares con los vecinos de apartamento que, amablemente, nos invitan a vino y son extremadamente hospitalarios y simpáticos. 

Si ya tenía Chipre en punto de mira para unas posibles vacaciones, gana puntos con este encuentro. Debe de ser un lugar interesante y por qué no. La señora, cuya madre es española, nos recuerda que hay viajes con Ryanair desde Gerona. Es una posibilidad.


Mañana nuestro último día. 




20 de Julio de 2013 - Isla de Spinalonga - Heraklion

En nuestro último día, tenemos que emprender el regreso a Heraklion, que es donde deberemos tomar el avión que nos llevará a Madrid al día siguiente, así es que las posibilidades en cuanto a itinerarios son limitadas.

Un lugar me llama poderosamente la atención y propongo a mis acompañantes que, de camino, hagamos una parada que creo será interesante para todos, se trata de la Isla de Spinalonga. 

La situamos en el mapa: 

Spinalonga es un nombre italiano que significa "espina larga" y es una de las más hermosas islas de Grecia.

Situada entre la ciudad de Elounda y el Golfo de Mirabello, para llegar a ella hay dos opciones, o bien seguir un camino asfaltado dese la bahía de Elounda o bien tomando un ferry en Plaka, que es lo que nosotros hacemos.  

Plaka es una ciudad de veraneo con una famosa playa. Cercana tanto a Agios Nilkolaos como a Elounda, tiene muchos establecimientos lujosos y un turismo más bien de clase alta, o esa es nuestra impresión. Nosotros nos limitamos a acercarnos al puerto para tomar el siguiente ferry que salga para la isla. 




Nos hacemos un lío porque hay una caseta de venta de entradas para grupos organizados y otro para gente que va por libre, digamos, y cuando por fin logramos estar en el lugar adecuado, sacamos las entradas, más bien caras, creo que fueron 10 euros por persona, que para lo que es la visita, nos resultó abusivo, la verdad.

Mientras hacemos el pequeño viaje que nos llevará hasta la isla, iremos explicando más cosas de la misma. Por ejemplo que su historia comenzó en 1579, cuando los venecianos construyeron una fortaleza en el islote para proteger sus posesiones en Creta. 

Esta isla fue también destino para los cristianos en tiempos de guerra, pues los muros, que llegan hasta la orilla del mar, impedían cualquier desembarco.

Más tarde fue conquistada por los turcos y años más tarde recuperada por los cretenses.

Pero su capítulo más siniestro, comienza a partir de 1890, cuando los cretenses mandaron a los leprosos que vivían en los acantilados a vivir allí, y pasó a convertirse en "la isla de los leprosos"hasta 1956, año en que el gobierno terminó con la leprosería. La isla contaba en esa época con una iglesia, un hospital y la casa de leprosos que quién la conocía la calificaba como "peor que una cárcel".

Una historia triste, para una bella isla. Pero estamos llegando.




Pues ya estamos aquí. Y, de entrada la visita nos parece que no está demasiado bien planteada por los organizadores. Desembarcamos y un señor nos dice que tenemos una hora exacta para pasear por la isla y nos esperan para la vuelta. Un pequeño plano y a buscarnos la vida.

Un tanto enfadados, intentamos aprovechar lo mejor que podamos el tiempo, lo que no nos va a resultar fácil.

La isla está completamente deshabitada. No hay ningún tipo de servicio. Lo que sí hay es muchos turistas que, como nosotros, comienzan un recorrido caótico que nos va a saber a poco.


Ruinas de iglesias, casas y fortificaciones venecianas. 




Imagino que si el recorrido lo hubiéramos hecho en solitario, las sensaciones que percibiríamos serían muy diferentes. 

La soledad, el silencio que envuelve este enigmático lugar nos habría causado, cuando menos, inquietud.




Como cualquier lugar deshabitado en el que imaginas que, años atrás, hubo vida. Que tal vez fue un lugar como cualquier otro de Creta, con sus cafés, sus tiendas, con su pequeña iglesia, a la que ahora llegamos.




 Pero, por mucho que lo intentamos el panorama tiene más que ver con esto:


Nos alejamos de la ciudad y de las masas, dirigiéndonos hacia el exterior de la isla, dónde encontramos un promontorio con una escarpada bajada al mar.

Este sería el límite de los habitantes de la isla cuanto fue utilizada como leprosería. Una isla a la que miles de enfermos de lepra, de toda Grecia, llegaron en un viaje que sólo tenía billete de ida y allí permanecerían muchos de ellos, recluidos hasta su muerte. 



Tal vez mirarían, una y otra vez, las cercanas y para ellos inaccesibles costas de Plaka. 


Esta isla podría contarnos tantas historias...

Volvemos a adentrarnos por otra de las laberínticas calles, intentando llegar hasta lo más alto de la fortaleza, para tener nuevas visiones desde lo alto, pero lo que vemos es que la gente se va agrupando y comprobamos que nuestro tiempo se va agotando sin haber hecho más que una visita parcial e incompleta.




Sólo nos queda la vuelta, intentando captar imágenes al vuelo.

 

Precisamente una de ellas pertenece al cementerio de la colonia de leprosos, últimos habitantes de la isla, cuya visión resulta un tanto sobrecogedora.


Se acabó el tiempo y yo me quedo un poco frustrada de esta visita, planteada como turística y que no debiera ser así, ya que forma parte de la historia de Creta, aunque no sea un episodio fácil de recordar.

Investigando por la web, doy con un libro que precisamente me estoy leyendo ahora: "La isla" de Victoria Hislop, una escritora británica que escribió una historia localizada en Spinalonga y que daría lugar posteriormente a una serie de televisión de mucho éxito. 

De momento parece interesante, y su protagonista tiene la oportunidad de hacer un recorrido mucho más profundo y detallado, que el que nosotros pudimos hacer.

De nuevo en Plaka, tenemos la certera sensación de que nuestro viaje, ahora sí, ha llegado a su fin, aunque las escasas horas que nos quedan de estancia en Creta, intentaremos aprovecharlas de la mejor manera, así es que...

Camino a Heraklion, paramos en una pequeña taberna a pie de carretera y degustamos la que, posiblemente, fuera la mejor comida del viaje a base de especialidades griegas servidas en pequeños platitos, hechos con mucho amor, por la excelente cocinera que se adivinaba en el interior del local y servidas con esmero por su hijo que se esfuerza en desgranarnos los ingredientes de todos ellos. Si a ello unimos la invitación a postre y licor por la casa, podemos decir que nos quedamos más que satisfechos.

Pasamos por una zona terriblemente turística, con bloque de apartamentos uniformizados e instalaciones pensadas para la diversión despersonalizada, que preferimos olvidar.

Casi sin pensar nos volvemos a encontrar en el que fue nuestro punto de partida, la capital de la isla de Creta, Heraklion.

Como nuestro avión sale a las seis de la mañana hacia Atenas (vinimos en vuelo directo con "Vueling" y nos vamos con "Egeas Airlines" con una escala de apenas una hora en Atenas), hemos elegido un hotel cercano al aeropuerto, sin mayores pretensiones que la comodidad. No sabemos que nos espera una sorpresa final.

Pero no adelantemos acontecimientos. De momento, instalados en el hotel y con nuestras hijas decididas, cómo no, a aprovechar la piscina del mismo, los mayores nos vamos a hacer la visita que dejamos pendiente el primer día: El Museo Arqueológico de Heraklion. 

Algo más pequeño de lo que esperábamos, en ese museo se encuentran alguna de las piezas claves de la época minoica, aunque hallamos muchos espacios vacíos por haber sido llevados a una exposición temporal en Atenas.





Nos sorprende el fresco conocido como de "La Tauromaquia" que proviene, como muchos otros, del Palacio de Knossos. 


Entre los más populares, la diosa con figura de serpiente, expuesta en una pequeña vitrina y a la cual recuerdo de los libros de texto, al hablar de las culturas cretenses. 

Y, nos hace especial ilusión, poder ver de cerca el todavía indescifrado disco de Festos, después de haber visitado hace unos días el yacimiento en el que fue encontrado. 


De vuelta al hotel, con no más planes que una cena rápida en la habitación y a la cama, que mañana madrugamos, nos avisan en la recepción que hay una celebración privada en la piscina del hotel, en honor a un patriarca griego que por más que nos esforzamos en saber exactamente quién era, no lo conseguimos. 



Realmente no entendimos el por qué le hicieron una gran cena de gala precisamente en este hotel "Sofía" que no tenía nada de particular. Como estábamos muy poquitos turistas, amablemente, se nos permitió quedarnos en un rinconcito discreto a disfrutar de la fiesta y sobre todo de los bailes típicos que tuvieron lugar en el recinto de la piscina, teniendo que hacer los bailarines auténticos esfuerzos para llevarlos a cabo, en un espacio tan reducido. 



No pudimos sacar muchas fotos y la mayoría no están muy bien, así es que quede la anterior como testimonio de que tuvimos una despedida mejor de la que esperábamos, en nuestro día previo a la partida.

CONCLUSIONES FINALES

Creta nos parece un destino muy recomendable para las vacaciones. Si se viaja con niños, es perfecto, porque puedes compaginar las visitas culturales con hermosas playas y así todos contentos. Es fácil hacer un recorrido por la isla por uno mismo, con un coche de alquiler, aunque hay que tener en cuenta que la autovía principal sólo recorre el norte de la isla y que el interior es muy montañoso, por lo que conviene planificar bien los recorridos para no perder horas por precarias carreteras que destrozarán nuestros nervios. 

A tener en cuenta, la peculiar conducción cretense. Lo hacen por el arcén. Si no vas por el arcén, que es muy ancho, te pitan. Así es que conviene mimetizarse en cretense cuanto antes, para evitar disgustos. 

Finalmente, hago mías las palabras que nuestra amiga Caliope en su blog "Viajes y vivencias" decía en relación a su viaje por la isla de Creta, pues como ella, yo también tengo la sensación de haber llegado veinte años tarde a esta isla. Sin duda, en otra época tuvo que ser un destino mucho mejor de lo que es ahora, con demasiadas concesiones a un turismo masivo que no le beneficia precisamente. 

Ha valido la pena llegar hasta aquí, perdernos en los azules intensos del Mediterráneo, recorrer las huellas de antiguas civilizaciones, dejarnos envolver por la quietud de los monasterios perdidos en la montaña, que nos hablan de lucha y resistencia como valores intrínsecamente cretenses. 

Ojalá eso no se pierda nunca.

Gracias por vuestra lectura.





Un día intenso en Córdoba - Primera parte

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Solemos hacer una pequeña escapada para el puente de la Constitución. Este año ha sido tan breve, que casi no nos hemos dado ni cuenta. Nuestro destino ha sido una bella ciudad del sur. Lejana y sola, que diría el poeta, hemos visitado Córdoba, enamorándonos de sus calles y su luz. De sus dejes y colores. De la Córdoba que fue y la que hoy nos recibe en la antesala de una Navidad, que engalana avenidas y patios. 

Nos ha sabido a poco, pero hemos intentado aprovechar con intensidad las pocas horas de que disponemos para conocer mejor esta ciudad privilegiada, cruce de culturas, tan enigmática como hermosa. Córdoba.

Datos prácticos.

Aprovechamos el Ave que sale desde Zaragoza, nuestra ciudad y nos deja en Córdoba en aproximadamente tres horas. Nos alojamos por dos noches en el Hostal Alcázar, en el Barrio de San Basilio, pleno centro histórico. Su amable dueño, nos proporciona un bonito apartamento en lugar de la habitación cuádruple (viajamos con dos niñas) que hemos contratado por la propia página web del hotel. Relación calidad precio, inmejorable. Tenemos también la oportunidad de desayunar en el bonito patio del establecimiento, así es que recomendable cien por cien. Aquí está el enlace a la página web.



Como llegamos más bien tarde, no tenemos tiempo más que de dejar nuestras cosas en el hostal y marchar rápidamente a tomar algo para cenar. Empezamos a ver bellas estampas cordobesas que no serán más que un preludio de lo que nos espera mañana. 

7 de diciembre de 2013

A las ocho y media de la mañana, tras haber desayunado estupendamente en el hostal, estamos en la puerta de la mezquita aprovechando el horario de gratuidad hasta las nueve y media.

 Seguimos la recomendación de nuestro anfitrión, Fernando, que nos aconseja hacerlo así, porque más tarde se pone hasta arriba de gente. Desde luego, tan excelso monumento se merece visita más pausada, pero solo tenemos un día y muchas cosas que ver. 



Uno de los monumentos más asombrosos del mundo. Llegaría a considerase el santuario más importante de todo el Islam en Occidente,en una época en la que Córdoba era la capital de Al-Andalus. 

Entrar en la mezquita es un viaje en el tiempo y una oportunidad única para comprender la historia de Córdoba y de España.

Levantada en el año 785 con materiales de derribo romanos y visigodos, fue ampliada tres veces hasta su configuración final en el año 987.

En su interior, un bosque de columnas nos rodea, evocando los troncos de las palmeras en un exótico paisaje.



Un espacio interior aéreo, dinámico, con pasadizos visuales que se abren en cualquier dirección.



Con la conquista de la ciudad por Fernando III, la mezquita se convirtió en catedral cristiana y, desde entonces se inician reformas adicionando capillas y otros elementos cristianos.










Más adelante fueron los Reyes Católicos quienes permitieron la construcción de una Capilla Mayor y en el siglo XVI, con Carlos V, se edificó la actual catedral cristiana. 


Tan increíble debió de parecerles la belleza de su interior, sobre todo a partir de la ampliación de Al-Hakem II, que decidieron respetarla creando una fusión de estilos que van desde el Gótico tardío, al Renacimiento y Protobarroco.




Fue en el pleno esplendor del Califato, cuando la Mezquita Aljama recibirá su principal ampliación, tan original, que hará que Córdoba sustituya a Damasco como referencia. 









Obra única, tanto por los materiales trabajados, como por la presencia de artistas bizantinos enviados por el emperador cristiano Nicéforo Focas, que también regaló los mosaicos utilizados en la construcción del mihrab o espacio sagrado.

Quedó dicho en el inicio de esta entrada, esta maravilla no se merece una visita tan apresurada, pero sólo vamos a estar aquí un día, así es que llegada la hora de marcharnos, porque va a dar comienzo a la misa, lo hacemos con cierta resignación. 

Muchas cosas que ver nos esperan.

En las inmediaciones de la Mezquita, Alfonso XI hizo construir el Alcázar de los Reyes Católicos. 

Hacia allí nos dirigimos ahora.



Levantado sobre restos de villas romanas (Julio César residió allí en el 65 a Xto) y árabes, lo que más nos llama la atención es saber que aquí fue donde fue recibido en 1486 Cristóbal Colón, ante los Reyes Católicos, así como sede de la Inquisición.

Vamos a entrar.

Un aire regio se percibe al penetrar en las sobrias salas del conjunto, donde encontramos magníficas piezas arqueológicas, así como una colección de mosaicos romanos procedentes de la Plaza de la Corredera.


 

Espectaculares vistas del conjunto y de lo que se vislumbra de la ciudad de Córdoba, nos esperan al subir hasta lo alto de las torres del Alcázar. 


La solidez de sus muros, construidos para la defensa, se hace palpable en el imponente exterior. Nos trasladamos a épocas de combates y victorias. 

Capítulos de la historia que se hacen palpables en lugares como el que estamos ahora. 



Fue la conquista castellana la que hizo surgir la necesidad de fortificar la zona que anteriormente había ocupado el antiguo alcázar musulmán, y sin embargo, toda una explosión para la sensualidad, es la que nos encontramos cuanto nos adentramos en los exquisitos jardines.




Debe de ser increíble pasear por aquí en primavera, si resulta tan delicioso hacerlo en pleno invierno. Grandes estanques y muchas fuentes, convierten este lugar en un oasis de paz.



Eso sí, ante la presencia de Los Reyes Católicos.





No nos cansamos de estar aquí, la temperatura nos acompaña, y nos recreamos en todos los detalles que encontramos a nuestro paso.

Pero tenemos un solo día y un poco más, y hemos de continuar camino.

Una delicia para nosotros, pasear por toda la zona anexa a la Mezquita. Callejeamos sin rumbo entre casitas bajas con su reborde de color albero, tan característico de aquí. 




Menciones en las paredes a las rejas y los balcones, a la belleza de unos patios que se adivinan, pero que no vamos a tener la oportunidad de ver en su esplendor. Hay que venir a Córdoba en Mayo, nos han dicho, pero se viene cuando se puede.

Será que no estamos acostumbrados, pero le encontramos encanto a cualquier rincón.



Nuestros pasos nos llevan ante las sólidas murallas de Córdoba y el siguiente recorrido nos conducirá hasta uno de sus espacios más visitados.




El Barrio conocido como la Judería fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1994 y se extiende desde el entorno de la Mezquita-Catedral, hasta los límites de la llamada Puerta de Almodóvar.


"Calles estrechas y laberínticas con numerosas plazas escondidas en los incontables recodos, que sorprenden a los viajeros"


En la calle Judíos está la Sinagoga, auténtica joya entre los monumentos de la ciudad. 
La Sinagoga de Córdoba es una de las tres que hoy quedan en España y única en Andalucía.




 La sinagoga es muy pequeñita y está repleta de gente, así es que no nos demoramos mucho y nos perdemos ahora por el llamado Zoco Municipal, un recinto donde en talleres de diversa índole, artesanos fabrican ante los ojos de los espectadores sus productos.



También hay muchas tiendas con atractivos productos en las que es imposible pasar de largo sin curiosear.




Otro bonito rincón al que llegar es la plaza de Tiberiades,  con la conocida escultura del filósofo y médico judío Maimónides.

Pero sin duda y abstrayéndose de todos los turistas que abarrotan la judería, lo más bonito es perderse con la mirada bien atenta a los detalles que salen a nuestro encuentro.



Callejones estrechos, encalados, con sus macetas con flores en patios y balcones, como el lugar en que nos encontramos ahora, la muy típica "Calleja de las Flores".

Como estamos rodeando la mezquita, aprovechamos para contemplar sus exteriores con más detenimiento. 





Suenan las campanas y ahora la calle, esta mañana desierta, está llena de gente que viene y va. 

Nosotros vamos necesitando hacer un descanso y lo haremos también en un lugar de lo más típico: la "Taberna Santos", su especialidad, la tortilla de patatas, que acompañamos con unas cervezas y aguas para las peques, y que no sabemos si es la mejor de Córdoba (como dicen) pero que nos sabe a gloria.


Aquí nos quedamos de momento, porque nuestro día en Córdoba no ha terminado y lo seguiremos contando.

Un día intenso en Córdoba - Segunda parte

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Pasar un día en Córdoba supone inexcusablemente visitar la hermosa mezquita catedral, con un poco de suerte, ampliar el recorrido al Real Alcázar de los Reyes Católicos, y perderte por las encantadoras calles de su judería. 

Aquí nos hemos quedado, en los alrededores de la Mezquita, pensando que tenemos mucha Córdoba que recorrer y eso que, por las fechas, no vamos a tener fácil el poder admirar los patios cordobeses, otro de los platos fuertes de la ciudad.

A nosotros, que nos gusta callejear, Córdoba, con sus múltiples plazas y rincones, nos permite dejarnos llevar sin rumbo ni dirección concreta, hasta donde nos conduzcan nuestros pasos.



Aunque hay lugares de visita ineludible, como por ejemplo lo es llegar hasta la Plaza del Potro. 



Llena de historia, esta plaza debe su nombre a un gracioso potrillo, que está situado sobre una fuente renacentista.

Antiguamente, había en esta plaza muchas posadas que albergaban a viajeros y comerciantes que llegaban a la ciudad. Hoy, solo hay una, que toma su nombre de la plaza y que fue morada nada menos que de Miguel de Cervantes, durante su estancia en la ciudad.

En la plaza tenemos dos importantes museos, uno de ellos, el Museo de Bellas Artes (antiguo Hospital de la Caridad) tiene una placa que conmemora la mención de Cervantes a este lugar en "El Quijote".



El otro Museo es el dedicado a Julio Romero de Torres, que recoge gran parte de su obra, así como testimonios sobre el artista y su época.



No terminan los lugares de interés, ya que también se encuentra aquí la llamadaPosada del Potro.  Es lo que se conoce como "corral de vecinos", con diferentes dependencias situadas en torno a un patio central.  Data del siglo XV  y es en la actualidad, sede del centro flamenco Fosforito.


Llegados a este punto, y aunque previamente habíamos hecho una parada en plan aperitivo, para probar la tortilla de patatas en la "Taberna Santos", al lado de la Mezquita, buscamos un lugar para comer y probar alguna de las especialidades cordobesas. Aunque teníamos varias posibilidades, optamos por la "Sociedad de Plateros" en la Calle San Francisco, que no estuvo nada mal.

Salmorejo, berenjenas fritas con miel, flamenquitos... todo muy bueno. 

Seguimos nuestro recorrido de plazas cordobesas, encontrando lugares tan pintorescos como el llamado arco del Portillo, pórtico de la muralla que comunicaba antiguamente la ciudad alta con la ciudad baja.

Las calles están desiertas a esta temprana hora de la tarde, y por esta zona ya no hay demasiados turistas así es que nos vamos metiendo por aquí y por allá, mientras buscamos nuestra siguiente plaza, la de Jerónimo Páez, saboreando los detalles del recorrido.




En la Plaza de Jerónimo Páez, se encuentra el Museo Arqueológico de Córdoba.


Pero lo que en ella nos llama la atención, es el edificio conocido como Casa del Judío, que se encuentra justo enfrente de la anterior.



Siguiendo nuestro camino, pronto vamos a encontrarnos con otro de los capítulos de la historia de Córdoba, uno de los más lejanos, el que nos habla de la Córdoba romana, ya que debido a su formidable situación estratégica, dominando el río Betis, actual Guadalquivir, Córdoba fue uno de los bastiones más preciados, tanto en la República como durante la época imperial.



Cerca del Ayuntamiento, en la calle Claudio Marcelo, se encuentran los escasos restos rescatados del Templo Romano, que pudo estar dedicado al culto imperial, formando parte del conjunto arquitectónico del Foro provincial.



Construido en el siglo I (d. C.) en época Flavia, sus magníficas proporciones de dieciséis metros por ancho por treinta y dos de largo, hacen fácil imaginarse el esplendor que gozaba la ciudad en esta época.




A muy pocos metros de aquí, nos encontramos con la Plaza de la Corredera.
Única en Andalucía, en ella se celebraron corridas de toros, fiestas y numerosos actos públicos.



Es una plaza popular, muy animada, en cuya galería encontramos sobre todo bares y tiendas. Todo muy adornado en estas fechas cercanas a la Navidad.

No nos detenemos todavía, preferimos seguir disfrutando de las horas de sol escasas que nos quedan, buscando alguno de sus rincones más tradicionales y típicos.



Fijándonos en todo lo que cae a nuestro paso, y en lo que nunca llegaremos a profundizar en nuestra breve visita, aunque nos gustaría. 



Tal vez esa Córdoba real que, siendo turistas, se nos escapa.

Intentando también compartir ese humor andaluz o quizás debería decir esa "gracia" tan de aquí, que se deja ver en muchos detalles, como por ejemplo los nombres de las calles.

Un hermoso atardecer sirve de telón de fondo a unas imágenes de por sí bellas, en esta ciudad de Córdoba que, simplemente, comenzamos a descubrir.



Sí seguimos haciendo ruta e historia, toca ahora hablar de las llamadas "iglesias fernandinas", que fueron fundadas por Fernando III el Santo en 1236, tras la reconquista de la ciudad.

Todas ellas tienen características similares, entre románico a gótico castellanizado y alguna, como la de San Nicolás de la Villa, se encuentra en pleno centro.

Fundada sobre una antigua mezquita que, a su vez, fue erigida sobre una iglesia visigótica, en ella destaca tanto el campanario mudéjar, como el gran rosetón que decora su parte superior.



 Otra de las iglesias fernandinas es la de San Agustín, convento que el monarca donó a los frailes agustinos que le habían acompañado en la reconquista.


Y el atardecer le sienta estupendamente a la tercera y última iglesia fernandina que visitamos, la de Santa Marina de Aguas Santas que es, además, la más antigua, ya que data de época visigoda.

En ella sobresalen los cuatro contrafuertes de su fachada oeste, que le confieren el aire de una fortaleza militar.

Como había una boda, nos quedamos a esperar a la novia, y discretamente entramos a su interior admirando la magnificencia de la Virgen que preside su altar, muy andaluza, claro. 



El Barrio de Santa Marina también se denomina el Barrio de los toreros por su larga tradición taurina y justamente, enfrente de la iglesia de Santa Marina, encontramos el monumento a Manolete.



La tarde se va convirtiendo en noche en Córdoba, y hemos venido aquí a esta hora, para encontrarnos con un monumento que goza de gran devoción entre los cordobeses.



Atravesando la llamada "Cuesta del Bailío" el Cristo de los Desagravios y Misericordia, popularmente conocido como "Cristo de los Faroles" tiene ya sus faroles iluminados cuando llegamos hasta aquí. 
Es lo que queríamos.



Poco nos queda que hacer en esta larga jornada cordobesa, pero todavía nos acercaremos hacia la Plaza de las Tendillas y alrededores, lo que se dice el centro de la ciudad, que luce animado y navideño en esta época del año, y lleno de ambiente festivo del que nosotros también nos disponemos a participar, que estamos de puente.





8 de Diciembre de 2013

Disponemos de escasas horas antes de tomar el tren que nos dejará en Zaragoza de vuelta a casa.

Descartada la visita de Medina Azahara, ya que hubiéramos debido hacer reserva previa por internet, con más antelación de la prevista, aprovechamos nuestro tiempo acercándonos a ver de cerca el Puente Romano, que desde hace más de dos milenios une las dos orillas del Guadalquivir, dando acceso a la ciudad de Córdoba.



La mañana soleada invita al paseo, mucho más si es una mañana de domingo, así es que, tranquilamente cruzamos al otro lado para ver Córdoba desde una perspectiva diferente, junto a la majestuosa Torre de la Calahorra. 



Construcción islámica concebida como una puerta monumental, fue utilizada posteriormente como fortaleza y, su aspecto actual, data del siglo XIV, cuando Enrique II de Trastámara la mandó reconstruir para defenderse de los ataques de su hermano Pedro I.



Actualmente acoge el Instituto para el Diálogo de las Culturas, que seguro es de lo más interesante y acorde con una ciudad, que representa por sí misma la fusión intercultural a lo largo de su historia. 

Y sin más, agotamos nuestras últimas horas en la hermosa ciudad que nos ha acogido por dos días, y que nos dejará en el recuerdo imágenes y sensaciones. 


Porque más allá de recorridos monumentales, de nombres y fotografías, cada viaje, aunque sea tan breve como el nuestro, te deja su huella, que te sigue como un eco lejano.

 Seguro que Córdobaocupará un lugar privilegiado en nuestro libro de recuerdos viajeros, ese que no está en ninguna parte ni se puede enseñar. 






 ¡Hasta siempre, Córdoba!

Arte urbano en Zaragoza - I

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De vez en cuando nos gusta dedicar alguna entrada a nuestra ciudad, Zaragoza. 

Esta vez hemos querido hacerlo a través de una expresión artística que nos llama mucho la atención cuando viajamos, porque viene a ser como un alto en el camino en el itinerario previamente trazado. Su lenguaje propio nos habla desde los muros. Arte vivo. No Arte. Incomprendido y transgresor. 

Hablamos del Arte Urbano.




Vamos a hacerlo siguiendo, al menos en parte, una ruta propuesta por el Ayuntamiento de Zaragoza, que nos ayudará a encontrar algunos de los puntos más destacados del graffiti. 

Como apoyo a este tipo de iniciativas, nació el Festival Asalto que, desde el año 2005 acoge nuevas propuestas en el entorno del casco histórico zaragozano. Pero no serán las únicas. Tampoco estarán todas ellas. Porque lo bueno del arte urbano es su carácter efímero. Hoy está, mañana no. 

Esto es lo que nos hemos encontrado por las calles.

No sabemos mucho de Blu, tan solo que es un artista italiano, que se hizo famoso en 1999, a raíz de unos cuantos graffitis ilegales, pintados en el centro histórico y suburbios de Bolonia.

Su participación en el festival asalto del 2005 todavía puede verse en la calle Fuenclara.



Procedentes de Rusia, 310 squades un equipo de artistas urbanos que pasaron por Zaragoza en el festival del año 2010, con una participación relacionada con el mundo del comic y del pop art. 

Ocupan más de una calle en el entorno de la Plaza San Felipe.




Entre mis favoritos, este mural de CNF SN y Malakkai. CNF SN es un grupo creativo de Gran Canaria con inquietudes ligadas a las bellas artes y a la pedagogía y Malakkai un artista almeriense residente en Gerona, cuyo estilo pictórico nos recuerda a las ilustraciones de los cuentos. Su obra puede contemplarse en la calle Perena.


Roa es un artista urbano procedente de Bélgica. Sus graffitis representan habitualmente animales muertos. Son realistas y algo tristes y es que el objetivo de su autor es despertar conciencias dormidas. Siempre en blanco y negro. 

Una de sus obras, (no la única) podemos encontrarla igualmente en la calle Perena

Participando en el quinto festival, Kenor, residente en Barcelona comenzó a pintar en las calles en 1990, convirtiéndose en un reconocido artista del género. Nos gusta su obra llena de color, que nos encontramos al paso en este maltratado casco histórico zaragozano, que tan bien encaja con el rebelde arte urbano.



El madrileño Sabek, nos sorprende con su estilo libre y abierto. Proveniente de la rama más purista del graffiti, su mundo imaginario subyace en una obra en el que el ámbito natural está siempre presente. Una de sus creaciones la podemos encontrar en la C/ Casta Álvarez, calle histórica de renombre en Zaragoza. 

Regalos anónimos en una calle con solera:



Y nuestra sensación de que este fragmentado cartel, no es precisamente una casualidad. Pues buscando, buscando encontramos a su autor: Humanicity,  (Cuenca) participante en el octavo asalto en el 2013. Humanicity son Hector Morejón y Elena Valero. Su objetivo: la recuperación de los espacios urbanos, con mucho humor.  

http://humanicity.blogspot.com.es/                                                                      
Seguimos buscando diferentes puntos de la ruta marcada, que es extensa y nuestros pasos nos llevan ahora hacia la zona de la Plaza del Justicia, lo que se dice el corazón de Zaragoza. 


100 pression es un colectivo de diez artistas de Nantes, unidos por el graffiti. Participaron en el séptimo asalto. Era el año 2012 y parte de su obra la podemos ver aquí.





De nuevo una colaboración: Oko (Croacia) y Magnetic (Francia), que participaron en el festival en el año 2013 con esta inquietante creación.


http://www.magneticstudio.fr/

Imaginación y color, Rafael Gerlach, conocido como Satone, es originario de Venezuela, aunque vive en Munich. Artista del diseño, del street art y de la ilustración, decora así todo un edificio en la C/ Contamina.










En la misma calle, encontramos ya casi los restos de una obra que aparece firmada por Jerome Eldanger.




y otro de los animales muertos de Roa aparece decorando el lateral de una vivienda en la Calle Atarés.

Seguimos descubriendo el arte urbano en una mañana de domingo, en la que hemos salido con ese especial objetivo. 

Hemos pasado muchas veces por estas calles viendo sin ver, acostumbrados a encontrarnos con estas obras sorpresa, que ya forman parte del paisaje urbano de tantos rincones de Zaragoza. 

Tal vez a partir de hoy, comencemos a contemplarlas de otra manera. 

Llegamos casi al final de nuestro paseo. Seher One es un autor mexicano que se autodefine como fanático del color. Nos dejo su trabajo en la Calle Contamina, un mix de flores y esqueletos sobre fondo púrpura.







 Igualmente desde México, Smithe nos dejaba una creación inspirada en culturas antiguas y dioses inexistentes, en la Calle Santiago, sucedía en el año 2013, en el octavo festival Asalto. 


Llegamos a tiempo de hacer la fotografía de esta obra, ya que por decisión vecinal, la misma ha sido eliminada. Así anunciaban la noticia desde la misma página web del Festival Asalto.


Mejor suerte ha tenido la pintura que está justo al lado, del colectivo nacido en Madrid, Boa Mistura que significa en portugués "buena mezcla". Esta, mucho más convencional, sin duda, permanece donde fue pintada en el Quinto Festival de Arte Urbano de la ciudad.

No es la última vez que han participado en el Festival Asalto, así es que seguro que volvemos a encontrarnos con ellos.


Lo mismo que con Kenor (Barcelona) del que encontramos otra de sus obras en la C/ Refugio.


Ilustrador, diseñador, tatuador, Danger Mola (Zaragoza) lleva decorando las calles de su ciudad desde los años 90 y también de Zaragoza, Chikita, que con un cuidado trabajo que recuerda las ilustraciones lleva años dedicada al graffiti. Su trabajo en colaboración, puede verse en la calle del Tubo.





De momento, lo dejamos aquí. Habrá una segunda ruta urbana, y en esta primera, seguro que nos hemos dejado muchas obras, pero sólo somos unos aficionados que nos hemos dedicado a observar el arte urbano porque sí, o mejor dicho, porque nos gusta.

Si hay algún error en la identificación de alguna de las obras o autores (o enlaces) sería estupendo poderlo saber para rectificarlo, ya que tan solo hemos buscado información por la red, sin tener demasiados conocimientos previos.

Arte sin complejos, del momento, atrevido y canalla, subversivo o poético. Inundando las calles a golpe de imaginación. 

Seguiremos de cerca los siguientes asaltos.





¡Hasta la siguiente ruta!



El Valle de Baztán. Parque natural de Bértiz. Amaiur. Arizkun. Cascada de Xorroxin

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VALLE DE BAZTÁN


Dice mi vieja guía de los Pirineos de "Trotamundos" que tal vez la comarca de Baztán sea la más cantada de Navarra y eso que, es Comunidad a la que no le faltan paisajes de gran belleza. Desde luego sí que es el territorio navarro más plenamente vasco a todos los efectos. Aquí vamos a oír hablar euskera como en ninguna otra zona de Navarra.

También dice mi guía que aquí, en Baztán, vienen a morir los Pirineos y que sus elevaciones se suavizan ante el peso de la edad geológica.


Son quince localidades las que se dispersan por el valle: Oronoz-Mugaire, Arraioz, Irurita, Almandoz, Berroeta, Aniz, Ziga, Lekaroz, Gartzain, Elbetea, Arizkun, Azpilikueta, Erratzu, Amaiur- Maya y Elizondo. No tendremos ocasión de conocerlas todas, pero haremos por pasar por muchas de ellas en nuestra estancia, pues no les faltan atractivos.

El Baztán limita al norte con Francia y tiene una población de unos 8000 habitantes. Su nombre viene del río Bidasoa, pues el Valle se forma por la cuenca alta de este río, que aquí viene a llamarse Baztán. Enclavado en el Pirineo Atlántico y a 58 km. de Pamplona. 

Se caracteriza por ser tierra de hidalgos y de indianos, que dejaron su huella en abundantes palacios y caseríos de piedra que tendremos ocasión de contemplar, junto con muchas y sorprendentes cosas, porque lo que es a este valle, posibilidades, no le faltan.

13 de abril de 2014

Nuestro punto de destino es Elizondo, la capital del valle. Allí es donde hemos alquilado un coqueto apartamento, que se llama Fuentehermosa. 


Responde a todas nuestras expectativas, pues realmente lo que queremos es desconectar por unos días de nuestra rutina escolar y laboral. Una hermosa casita a dos kilómetros de la villa nos espera. Al lado de un riachuelo, y rodeada de vegetación. Hasta tenemos una pradera con caballos que nuestra hija pequeña rapidamente bautiza con nombres de su elección.

Nuestro anfitrión nos conduce hasta el piso de arriba y nos enseña nuestras habitaciones. Un salón cocina muy amplio con una gran tele que hace las delicias de las menores, un dormitorio familiar y el baño. No se oye absolutamente nada. Paz monacal. Como siempre decimos cuando las cosas salen a nuestro gusto: "Hemos elegido bien".                                                                                                                                   
Hemos llegado a mediodía, y lo primero que hacemos es ir a comer a uno de los restaurantes de Elizondo. Lo hacemos estupendamente al módico precio de 11 euros el menú. Se come muy bien por aquí y la gente es muy amable, pero eso ya lo sabíamos de nuestro anterior viaje por la zona; se esfuerzan en complacerte.

Como queremos aprovechar la tarde y, según hemos podido ver por los horarios, mañana estará cerrado, nos dirigimos hacia el Parque Natural de Bértiz, al sur del Valle. Hacemos la entrada libre, pues hay un acceso a los jardines que es de pago, al que no accedemos y es que, hoy, lo que nos apetece simplemente es caminar. 

Así lo hacemos, deleitándonos en este exuberante hayedo que parece un bosque encantado y que nos recuerda al espacio natural que recorrimos en la Sierra de Urbasa, en otra semana santa en que también elegimos Navarra, una comunidad que nos tiene enamorados y a la que venimos con frecuencia.


El Parque cuenta con un centro de interpretación de la naturaleza, que encontramos cerrado, y atraviesa el camino del Monte Aizlolegi (830 m).

Aunque las hayas son predominantes, hay muchas más especies como robles y sauces y, lo que nos llama mucho la atención, bambú, que según nos explicarán más tarde, será cosa de los indianos, que por aquí los hubo y muchos, el que se encuentre por estas tierras.


 


 Un  hermoso bosque en el que la primavera se va anunciando tímidamente. 



Mientras nuestra hija mayor conversa con su amiga, la pequeña se inventa un juego de pistas, sintiéndose protagonista de una importante misión (tiene una exuberante imaginación) y nosotros nos damos una caminata de dos horas y media (más de lo previsto) muy solitaria y llena de sonidos de las aves  circundantes que, a pesar del cansancio, nos renueva en cuerpo y alma.



Un bosque en el que perderse y al que volver con la imaginación todas las veces que queramos, sin ninguna prisa por regresar.



Pero finalmente volvemos a casa, muy satisfechos, aunque cansados, donde haremos una cena casera, nos reunimos con José Mari, nuestro anfitrión, que muy simpático y campechano y que nos habla de todas las posibilidades de la zona con recomendaciones personalizadas que, por supuesto, seguiremos en la medida de lo posible.

14 de abril de 2014

Nuestro segundo día en el valle nos lo tomamos en plan relajado. Desayuno en casa que incluye una estupenda mermelada de manzana casera, regalo de nuestros anfitriones y listos para el recorrido de hoy.

Nos vamos hacia la parte noreste del valle. Desde Elizondo, cuya visita dejamos para el último día, nos vamos hasta Amaiur - Maya, localidad situada al abrigo del Puerto de Otsondo y del macizo de Gorramendi. Fue el último en formar parte del Valle, lo que le da alguna característica propia.

Lo primero que nos llama la atención es su peculiar portillo de entrada en arco de medio punto, que da la bienvenida a los visitantes. 



Bajo el arco, un lugareño conversa con nosotros y nos indica el camino hacia el monolito y el castillo, que no pensábamos perdernos.


El pueblo casi se compone de una sola calle, que recorremos fijándonos en su caserío, de gran riqueza arquitectónica.



En todos los pueblos del valle encontramos unas impresionantes casonas, Amaiur no iba a ser menos. El Palacio Borda, que obtuvo la categoría de Cabo de Armería en 1728, es un buen ejemplo.

Una curiosidad en Amaiur es que su emblema no es el típico ajedrez que encontraremos tallado en numerosas viviendas, sino una campana, que dicen recuerda a aquella otra que servía de aviso a los residentes en el castillo, de los acontecimientos populares.

Lo más típico de Amaiur es el monolito que evoca el último intento de la dinastía navarra por recuperar su territorio. Hay que alejarse del pueblo propiamente, por un caminito que no tiene pérdida. 






Una vez arriba, además del monumento, tenemos unas espléndidas vistas del Valle, así es que vale la pena la ascensión al monumento. Tenemos además un soleado día, que invita a disfrutarlo.

Volvemos sobre nuestros pasos, dejando atrás el arco por el que hemos entrado y contemplamos nuevamente la iglesia, varias veces reconstruida, que dicen proviene del Medievo, y que está cerrada, aunque oímos repetidamente sus campanas.



Dirección a Arizkun, hacemos una parada en el Barrio de Bozate. La curiosidad nos mueve, pues dicen que aquí vivió un grupo de población, los "agotes"que sufrían algo así como un estigma social. Ni está claro su origen ni el por qué de su marginación. Étnicamente diferentes, no podían mezclarse con los demás, mucho menos contraer matrimonio, salvo entre ellos, y no se les permitía hacer según qué trabajos. Sus viviendas se caracterizaban por estar unas al lado de las otras.



Una vez en el Barrio buscamos huellas de la peculiaridad de los agotes, pero no encontramos ni una. Casi mejor, pues no deja de ser una triste historia, afortunadamente del pasado.

Arizkun es una de las poblaciones más trascendentes del valle. Tiene un poco de todo, importante desarrollo social y económico a lo largo de los siglos, nobles edificios, personajes relevantes a lo largo de la historia, importantes artesanos, tradiciones ancestrales y gente muy amable.



Nos damos una vuelta por el pueblo, escuchamos hablar en euskera, lengua mayoritaria por la zona.




Aquí destaca la presencia de un convento, el de Nuestra Sra. de los Ángeles del siglo XVIII, con una impresionante fachada y que, como viene siendo habitual también encontramos cerrado.


Terminamos haciendo un pequeño descanso en un bar en el que también entramos en conversación con un lugareño, y es que la gente aquí enseguida está dispuesta  a ofrecer su ayuda. Peio, pues así se llama este vecino de Arizkun, nos indica el camino hacia el Palacio de Ursúa, palacio cabo de Armería y cuna de uno de los más rancios linajes de la nobleza navarra. Hace ya unos años leí "La aventura equinoccial de Lope de Aguirre" de Ramón J. Sender, maravillosa y muy recomendable narración de la búsqueda de "El Dorado", en la que uno de sus personajes, Don Pedro de Ursúa, era natural de Arizkun. Nos hacía ilusión ver el palacio, por eso y porque es uno de los edificios más emblemáticos de Arizkun.

Pues no lo encontramos. Se encuentra dirección Barrio de Bozate, del que venimos, y hay que coger un pequeño desvío para llegar hasta él. Sabíamos que no íbamos a poder entrar, porque es una propiedad privada, pero queríamos verlo al menos por fuera. Nada, llegamos a un hotel, preguntamos allí también, fuimos mirando cuidadosamente y tal vez pasamos por delante del palacio o estábamos ya cansados de intentarlo, pero no lo conseguimos.

Se hace la hora de comer y a las afueras de Arizkun,  en el restaurante Ordoki hacemos una gloriosa comida, ¡Qué bien y qué barato se come en este valle! Los menús no pasan de once euros y todo está hecho con productos naturales y con mucho esmero. Finalizamos con un postre de la zona, del que no recuerdo el nombre, que nos sabe riquísimo. Si a eso añadimos la amabilidad (una vez más) del servicio, nos vamos más que satisfechos.



Por la tarde nos acercamos a la cercana villa de Erratzu, ya que desde allí, o más concretamente, desde el Barrio de Gorostopalo, anexo a Erratzu, parte el camino hacia la cascada de Xorroxin, que tenemos intención de hacer.



Tenemos muchas ganas de naturaleza. Aquí todo es tan exultantemente verde, que siempre tenemos la sensación de estar metidos dentro de un bosque de cuento. 


 

La cascada de Xorroxin es un paisaje sonoro, sencillo de hacer y que nos llevará hasta el nacedero del río Baztán, el que después de dejar el territorio del valle, se convertirá en Bidasoa. 




Hacemos la ruta encontrándonos con otras familias, no demasiadas, con niños, seguramente visitantes como nosotros y, afortunadamente, uno de ellos nos indica que sigamos un camino alternativo al marcado, ya que el río se encuentra tan crecido, que será imposible cruzarlo, lo que debe realizarse al llegar al final. 



Así es que siguiendo estas indicaciones, terminaremos al pie de la cascada, lo que siempre es un gozo. Las niñas disfrutan un montón del espectáculo y, la mayor se dedica a grabar un video con el móvil, que no hay manera de que suelte.

Tras un ratito, hacemos el camino de vuelta, tan agradable como el de la ida, aunque más fresquito.


A lo largo de la ruta nos hemos encontrado con muchos rebaños de carneros, tan característicos de esta zona que ahora al ver las fotografías me resultan encantadores.


Empezamos a sentirnos cansados. Aún hacemos el esfuerzo de dirigirnos hasta Azpilikueta, uno de los pocos pueblos de la zona que nos falta por conocer, y que como curiosidad tiene el ser la cuna de la madre de San Francisco Javier, o incluso de él mismo, según dicen. 


Nos dan las energías para una pequeña vuelta y decidimos que, como mañana tenemos una jornada completita, será mejor dirigirnos ya hacia Elizondo y, en todo caso, hacer un pequeño descanso allí y para casa. 

Así lo hacemos. A la espera de que nuestro segundo día por la zona sea, cuando menos, igual de intenso, o más que el de hoy. Eso lo comprobaremos pronto.


El Valle de Baztán - Cuevas de Urdax - Zugarramurdi- Ainhoa- Sara

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14 de abril de 2014


Hoy vamos a dirigirnos hacia la zona norte del Valle. En el camino que nos lleva hacia la frontera con Francia, un desvío hacia las primeras rampas del puerto de Otsondo nos conduce hasta Urdazubi-Urdax donde teníamos pensado hacer nuestra primera visita a las cuevas de Ikaburu, pero va a resultar que llegamos tarde para incorporarnos a la primera visita guiada y no es posible la entrada por libre a estas cuevas, así es que decidimos dejarlas para el final y seguir hasta nuestro siguiente destino, que serán las populares cuevas de Zugarramurdi.

Una senda señalizada une las cuevas de Urdax y Zugarramurdi, tan ligadas históricamente al mundo de la brujería, pero nosotros nos adentramos en vehículo por el hermoso valle, recorrido igualmente por los peregrinos, verde, tranquilo, natural y sosegado; con sus suaves colinas, y sus ovejas lanudas que constantemente observamos al pasar. No dejamos de decirnos que estamos muy contentos con nuestra elección.


Zugarramurdi está vinculada al mundo de las brujas, y habrá que situarse en los albores del siglo XVII para tratar de comprender una sociedad rural que a veces se situaba al margen del dogma católico. Conjuros, prácticas adivinatorias, comportamientos supersticiosos, formaban parte de la peculiar cosmovisión de los campesinos.
Así las cosas, sucedieron algunos hechos misteriosos en Zugarramurdi (desaparición de animales, al parecer) y los monjes de San Salvador de Urdax, promovieron causa inquisitorial que implicó a 300 vecinos de Zugarramurdi.  Así tuvo lugar el llamado "Proceso de Logroño" en cuyas actas encontramos acusaciones contra aquellas mujeres tachadas de brujas. La causa concluiría con la ejecución en la hoguera de seis mujeres. Otras perecieron torturadas durante la prolongada instrucción del proceso.


Hoy, en nuestra visita a las cuevas no hallamos nada que nos recuerde su pasado, aunque nos empeñamos en decir que "algo flota en el ambiente", pura sugestión.

Al igual que las de Urdax, las cuevas están causadas por la erosión fluvial, junto a un hermoso prado y a unos 500 metros del pueblo de Zugarramurdi. De hecho, la palabra aquelarre, significa en vasco, el prado del macho cabrío.

La gruta en sí, es una cueva de grandes dimensiones. La galería principal alcanza 120 metros de anchura. Presenta dos cavidades que veremos, la cueva del aquelarre y la cueva de las brujas. La altura del conjunto ronda los 12 metros.



La visita la comenzamos por los prados y galerías, de muy fácil acceso. Hay algún grupo escolar a los que nos vamos encontrando, y alguna familia o grupo suelto, como nosotros. Suponemos que, a partir de mañana, habrá más turismo por aquí, pues oficialmente comienza la Semana Santa.

Nosotros nos vamos recreando en las diferentes zonas y espacios, recordando la anterior vez en la que estuvimos con nuestras hijas, haciendo la visita en solitario, aunque ellas eran demasiado pequeñas y no recuerdan nada. 



Ahora es otra cosa y además les suena la película de "Las brujas de Zugarramurdi" que pudimos ver recientemente y en la que Alex de la Iglesia utiliza los parajes interiores de las cuevas, para montar su peculiar fiesta.



La verdad es que la gruta central sí que resulta un tanto sobrecogedora, la erosión de las paredes a lo largo de los siglos ha dejado una huella que impresiona y no es difícil imaginarse aquí la celebración de esos míticos aquelarres y echarle imaginación al paisaje que nos rodea.



Estamos un buen rato por estos parajes y casi nos vamos a la hora de comer cuando salimos.

Decidimos acercarnos hasta la frontera, concretamente a Dantxorinea, simplemente por curiosear en las zonas comerciales, que nuestros vecinos visitan frecuentemente para comprar barato en España.

Efectivamente hay unas amplias zonas comerciales, tipo Outlets, que son ventajosas para los franceses y para nosotros, por lo que vemos, no tanto, pero no obstante entramos a comprar algunas cosas que necesitamos.

Hay un pequeño puesto de aduanas en el que hay que girar para tomar el camino de vuelta, por el que al pasar, pisamos sucesivamente suelo español y francés y un control de policía que, como veremos, casi terminarán por conocernos y es que nuestra tarde va a transcurrir entre España y Francia.

De momento nos vamos hacia Urdax para comer. 


Se nota que la zona es más turística, ya que no encontramos menús tan ventajosos como en días anteriores. Lo más barato serán quince euros o si no, a la carta. Optamos por el menú y aunque no estuvo mal, mejores opciones hay por el interior del valle, sin dudarlo.

En Urdax pueblo, estamos al lado del Monasterio así como de un pequeño lago con barquitas, en el que hacemos una pausa relajada después de comer. 



El Monasterio de San Salvador, a cuya sombra nació la población de Urdax, fue fundado durante la Edad Media, para dar cobijo y atención espiritual a los peregrinos jacobeos, que penetraban en la Península a través del paso de Dantxarinea y lo atendían canónigos regulares de la orden de San Agustín. El actual edificio monacal es del siglo XVII y está cerrado, por lo que no tendremos ocasión de visitarlo.

Para pasar la tarde decidimos pasar a uno de los bonitos pueblos del país vasco-francés, justo al pasar la frontera: Ainhoa. Una vez allí encontramos una villa de encantadoras casitas, tan típicas y coloridas. 



Nos hace gracia ver que nuestros vecinos siempre o casi siempre dicen de sus pueblos que son "uno de los más bellos pueblos de Francia", en este caso es muy pintoresco, ciertamente y, además, el entorno le acompaña. 

Este lugar de Ainhoa, como suele ser habitual en cada uno de los pueblos franceses que hemos visitado, está preparado para el turismo, con sus habituales tiendas de recuerdos, en este caso de carácter teñidamente vasco. Algunos de esos recuerdos tienen un oscuro humor ("Le pays basque, c'est la bombe") que no alcanzamos a comprender.



Nos acercamos hasta la iglesia, rodeada de un pequeño cementerio, en el que vamos a tener, por fin (llevo buscándolas todo el viaje) las llamadas estelas discoideas, característicos símbolos precristianos, que recuerdan a los discos celtas, con los que pueden tener relación, consistentes en un círculo, con elementos ligados a la Tierra, al Sol, etc. Estos discos o estelas, fueron sustituidos por la cruz cristiana, pero todavía se conservan por esta zona, como podemos comprobar.



Tras un paseito breve por Ainhoa, cruzamos frontera para dirigirnos a nuestra cita con las cuevas de Urdax.

Urdazubi-Urdax es un pueblo de 460 habitantes con un impresionante entorno de bosques frondosos y colinas. Hemos estado comiendo aquí, así es que nos vamos directamente hacia la zona de las cuevas porque además hay que llegar a la hora, pues la visita es en grupo.

La naturaleza ha sido la encargada de tallar, durante siglos, con el buril de agua del rio Urtxuma, las bellas paredes de esta gruta de estalactitas y estalagmitas. 



Habitadas también por prehistóricos, por algunos extraños animales adaptados a ella y, sobre todo por las lamias, o espíritus del río. Duendes traviesos que toman la forma de bellas mujeres con pies de pato a las que, con un poco de suerte, tal vez podamos escuchar en nuestro recorrido por el interior de las cuevas.



En la visita, contemplaremos la llamada "Sala de recepciones" donde se reunían  las lamias, de roca grisácea, con vetas de distintas tonalidades que obedecen a la presencia de magnesio y areniscas. 



Atravesaremos corredores, paralelos al curso del río. Podremos contemplar incluso algunas raíces de los árboles de la superficie. También veremos "cortinas", "medusas", "orejas de elefante",una sala llamada de "los Tres Reyes" que debe su nombre a las estalactitas del fondo, que evocan las figuras de los Reyes Magos y muchas otras cosas que el guía nos va explicando y que, como siempre que visitamos cuevas de estas características, nos dejan maravillados de lo que puede hacer la conjunción agua y piedra, a lo largo del tiempo. Espectacular.



Para finalizar el día de hoy, decidimos pasar la frontera nuevamente y llegar hasta la última población que nos queda de la zona, Sara o Sare en francés, del que dicen que es "uno de los más bellos pueblos de Francia", nos da la risa con esto, que es que lo dicen de todos los pueblos, en serio. En el caso de Ainhoa, vale, pero Sare nos decepciona o al menos no le vemos nada digno de encomio, por no decir que no le vimos nada de particular. 

Así es que lo paseamos un poquito y nos vamos de vuelta a España, que la última consumición del día, la haremos en Elizondo, antes de volver a nuestro acogedor apartamento en Fuente hermosa  y casi, casi despedirnos de nuestro viaje por el Valle de Baztán, aunque algo aprovecharemos mañana.



Valle de Baztán: Elizondo - Ziga

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15 de abril de 2014


Fin de viaje. Nos queda aprovechar la última mañana intentando tener una visión algo más amplia de la capital del valle de Baztán,Elizondo, en la que, hasta ahora, solo hemos estado de paso, mientras llevábamos a cabo los diferentes recorridos.

Su núcleo principal se emplaza en el centro geográfico del valle, a ambas orillas del río Baztán (Bidasoa), que toma este nombre en sus orígenes.


Lo primero que destaca de su barrio antiguo, entre las calles Jaime Urrutia y Braulio Uriarte, es la gran abundancia de casas señoriales, a lo que ya nos hemos acostumbrado en nuestras visitas por las diferentes localidades del valle. 





La Casa Arizkunenea, el Palacio de Arozarena, ambas de estilo barroco, son casas renombradas, pero no son las únicas, y los escudos señoriales abundan en las fachadas de los nobles edificios que nos encontramos en nuestro paseo. Sus nombres; Casa Poskonea, Casa Istekonea, Casa Apezenea, etc, no necesitan mayor presentación. Estamos, además, en una tierra donde el euskera se habla con una naturalidad que nos sorprende y nos gusta.

Muchos de estos inmuebles, pertenecen a vecinos del pueblo que emigraron a América y a su regreso quisieron dejar constancia de su fortuna.

Pero Elizondo tiene, sobre todo, un sabor antiguo que nos encanta. Rincones inesperados, pequeñas tiendas como detenidas en el tiempo, contribuyen a darle una personalidad única, más allá de lugares para fotografiar y mirar para otro lado. Aquí dan ganas de quedarse un poco más y dejarte llevar por las sensaciones. 



 Así es que demoramos la visita recorriendo sus calles y mezclándonos con los vecinos de la villa, que son parte importante del resultado de esta pequeña escapada por el valle, ya que son extremadamente amables con el forastero y eso, la verdad, ayuda mucho en cualquier viaje.



No quiero olvidarme de hacer una mención a una nueva ruta surgida en Elizondo, al hilo de la publicación de la novela "el guardián invisible", de la escritora Dolores Redondo. Este hermoso y milenario rincón navarro se ha convertido en el escenario de una historia truculenta, con crímenes y recuerdos que desentrañar."El legado de los huesos" y "Ofrenda a la tormenta" componen una suculenta trilogía ambientada en el valle, que ha dado que hablar a editoriales y productores cinematográficos. Por nuestra parte, las aventuras de la inspectora "Amaia Salazar" formarán parte de nuestras próximas lecturas, sin duda. 


Y así vamos despidiéndonos de este hermoso valle de Baztán, que nos ha envuelto con sus tonalidades verdes, con su paisaje abierto y su silencio.

Es una tierra tranquila, suave, sin estridencias. Mimada por la naturaleza. Un lugar a descubrir. Toda una sorpresa para el visitante.



Y que mejor lugar para hacerlo que el mirador de Ziga, otra de las localidades del valle, situada al sur del mismo, y desde el cual podemos obtener unas impresionantes vistas de toda su zona norte.





Y ya, de paso nos damos un paseo por el pueblo, en el que destaca su imponente iglesia de San Lorenzo, con una grandiosa fachada de estilo herreriano.

Como era de esperar, está cerrada, así es que de momento la observamos por fuera, fijándonos en esos pequeños detalles que tanto nos gustan.


Hasta que unos viajeros con los que hemos coincidido en el mirador, nos invitan a acompañarles a conocer su interior, ya que han conseguido la llave, custodiada por una vecina del pueblo a la que conocen.


Y nuestros ya definitivamente últimos pasos, se quedan en el pueblo de Ziga, entre sus caserones, con tanta historia y sabor. 


Este ha sido nuestro segundo viaje por un valle que no defrauda, en el que te sientes como en casa. Abierto a todas las posibilidades, con el encanto añadido de no estar todavía invadido por el turismo masivo, lo que le otorga un carácter de autenticidad difícil de encontrar en muchos otros sitios.  

Por eso y por la hospitalidad de sus gentes, tan importante cuando se viaja, nosotros lo recomendamos.

 Valle de Baztán ¿próximo destino? 




Escapada Morella - Maestrazgo. Santuario de Nuestra Señora de la Balma

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28 de marzo de 2015

Nuestra hoja de ruta nos indica que, en primer lugar, tomemos la carretera de Castellón (salimos desde Zaragoza) y que poco antes de llegar a Alcañiz nos desviemos dirección Andorra (Teruel). 

Nos dirigimos a Zorita del Maestrazgo y más concretamente al Santuario de Nuestra Señora de Balma. 

Pasamos por la térmica de andorra, la carretera es solitaria y tranquila. Relajante.
El Santuario está enclavado en un entorno singular. Resulta sorprendente  y pintoresca su aparición cuando se le ve desde la carretera. Perfectamente integrado en el paisaje, nos provoca unas cuantas frases con signos de exclamación. 


Nos sentimos exultantes cuando bajamos del coche a efectuar la visita. Nada falta. El paisaje montañoso (aunque de escasa elevación), el río con su agua limpia y cristalina que también acompaña son su alegre sonido. Estamos en la gloria.


No sabemos si es el entorno o la fama milagrera de Nuestra Señora de la Balma lo que hace que en cualquier viaje por esta zona sea un lugar recomendado en todas las guías y blogs viajeros. 






La entrada es gratuita y casi somos los únicos visitantes en este momento, así es que sin prisa, que hay que disfrutar de las espectaculares vistas.

Vamos entrando a su interior por una especie de pasillo natural. 


Se tiene una sensación extraña en su interior, como de lugar detenido en el tiempo. 

Hay algunas vitrinas con objetos antiguos pertenecientes al santuario. 


Una pequeña cueva natural cobija a la Virgen de la Balma. Una figura románica acompañada por otras de diversa procedencia que le dan un aspecto como de Belén navideño. 


En uno de los lados hay muchas fotografías y papelitos de gente que ha dejado sus peticiones a la milagrosa Virgen. La mezcla es peculiar, tiene algo entre Almodovar y la España de los 50.

 Un lugar curioso que hasta que no nos planteamos hacer este recorrido por la zona, ni conocíamos. 


No tenemos mucha prisa en irnos porque se está de maravilla. Nos quedamos, sobre todo, con el paisaje, con el lugar tan bonito en el que se encuentra el Santuario de la Balma. Nos lo habían recomendado y ahora también lo hacemos nosotros.


Hay un pequeño templete a la entrada ya bajando a la carretera que también fotografiamos. 


En el santuario también hay un restaurante en el que la posibilidad de reservar está agotada, tanto para hoy como para mañana. Lástima, tenía buena pinta y no tenemos idea de volver a pasar por aquí. 

Así es que nos vamos hacia Morella donde tenemos nuestro alojamiento, tomando una última instantánea del lugar. Nos ha encantado conocerlo. 


Morella

Morella parece una tarta, llena de capas y coronada por el castillo. 

Nada más llegar, vamos a nuestro alojamiento. A pie de centro, hemos reservado una casa completa de turismo rural,"Casa Adelina". 


Hay dos apartamentos que ocupamos por completo. Está bien sobre todo teniendo en cuenta su ubicación y su precio. Las habitaciones están amuebladas estilo pueblo, pero de los de verdad. Tiene un irresistible sabor a antiguo que, por las críticas que hemos leído de algunos huéspedes, no a todos gusta. A nosotros nos va estupendamente. Además el baño (importante) está reformado y tiene aparcamiento y calefacción.

Una vez alojados y tras una larga conversación sobre posibles rutas e itinerarios con nuestro anfitrión (super amable), vamos a comer a uno de los sitios que nos ha recomendado: Restaurante "Blancas" en la Judería (leído "Juería"). Un montón de platos a elegir, con bebida, postre y café incluidos: 12 euros. No está mal ¿no? Probamos la famosa cuajada de Morella que a algunos de nosotros les resultó demasiado fuerte ( a mí me gustó :))


Seguidamente toca recorrer el pueblo, lo que realizamos subiendo en altura y simplemente callejeando.

Bonitos caseríos, comercios y cualquier tipo de establecimiento, muy integrado en el cuidado centro histórico. 



La calle principal es la calle Blasco de Aragón, conocida por los morellanos como "La Plaça", con tramo de soportales que le dan mucho encanto pero, en general, todas las calles son bonitas y muy cuidadas e incluso no excesivamente turísticas.



Llegamos hasta la Basílica de Santa María la Mayor, de impresionante fachada. 




Todo el templo resulta imponente. A destacar el pórtico de los Apóstoles  y sus esculturas integradas.



 Un lugar que nos gusta, la plaza en la que se encuentra y en la que nos quedamos un buen rato, ya que el solecito acompaña.

La entrada es de pago (2,50 euros, 1 euro niños) pero aún así, entramos. En el interior destaca su altar mayor barroco y el impresionante órgano, que no deja de tocar en ocasiones especiales.

Convento de San Francisco y Castillo son nuestra siguiente visita, con entrada integrada. 


El convento estuvo habitado por monjes franciscanos. El interior está básicamente reconstruido, iglesia y claustro, lo que nos decepciona un poco. 


Muy interesante la sala llamada "de profundis" en la que velaban a los frailes fallecidos. En ella está una pintura tan especial como macabra:  "La Danza de la Muerte", personajes varios cogidos de la mano en corro, unidos por un mismo destino, la muerte y su guadaña (macabro ¿no?) textos explicativos hablan de su simbolismo y, sobre todo, de ese mensaje tan medieval de "Recuerda, el que yo fui tú serás, el que tú eres, yo fui").



Mejor cambiamos de tema y subimos al Castillo.


Castillo-fortaleza, situado en lo alto de un peñasco, testigo de innumerables guerras y acontecimientos, que han dejado su huella. 

Vamos tomando altura sin perdernos la perspectiva de la ciudad, que va tomando por momentos el color característico del atardecer.



Llegados a su punto más alto, la Plaza de Armas, las vistas son el objetivo final de alcanzar las alturas.




 Tras las fotografías de rigor, comenzamos la bajada. 

Seguimos la visita a Morella recorriendo sus calles ya sin objetivos y pensando que, en general Morella responde a nuestras expectativas, que eran altas.

Tras realizar algunas compras (desayunamos y cenamos en el apartamento y hay que proveerse) todavía callejeamos, viendo como Morella se va iluminando poco a poco y cobrando una animada vida nocturna.

Nosotros tomamos algo en un bar muy alegre y concurrido y volvemos a casa, pues tanta cuesta, subida y bajada y escalones varios, nos han dejado algo cansados por hoy.



Escapada Morella - Peñíscola - San Mateu

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29 de marzo de 2015

Hoy visitamos Peñíscola. Hemos llegado un poco más tarde de lo previsto, por un mal cálculo de tiempo, ya que el camino, aún no siendo largo, incluye el Puerto de Querol y además, aún llevando GPS nos hemos perdido, vaya comienzo.

La opinión general es que Peñíscola podría ser mucho más bonito de lo que es, pero el negocio turístico de la costa mediterránea (y no sólo ahí...) ha hecho estragos. La parte sur, donde se encuentra el paseo marítimo, está plagado de hoteles, apartamentos y chiringuitos, así es que lo mismo nos daría estar en cualquier otro sitio de parecidas características.

Aún así, a los que somos de tierra adentro, siempre nos entra como un cosquilleo en el estómago cuando nos encontramos con el mar, que nos atrae con su sola presencia. 


Felices del encuentro marítimo, sí, pero nos vamos al casco antiguo de Peñíscola, majestuosamente coronado por el Castillo del Papa Luna.

La cosa, aún siendo igualmente turística, cambia bastante. Los recintos amurallados dan una entidad especial a las ciudades que rodean. 

Murallas blancas por cuyo interior vas ascendiendo por callejuelas con encanto, llenas de comercios y restaurantes igualmente, pero integrados con el entorno.



Tras callejear un poco, visitamos el Castillo de Benedicto XIII, Papa Luna. Entrada: 3,50 euros. De Benedicto XIII conocemos el otro castillo, el de Illueca, en tierras aragonesas, más cercano a Zaragoza, nuestra ciudad. 

El Castillo de Peñíscola fue primero construcción templaria y, posteriormente, residencia Palacio del Papa Luna, que murió en Peñíscola, aunque más tarde su cuerpo fue trasladado a Illueca.  

Las vistas desde el castillo son espectaculares, vale la pena subir, por ello y por el óptimo grado de conservación y reconstrucción del castillo.





Hay una sala de armas, una iglesia y poco más. También había una exposición de los templarios, pera había que pagar una nueva entrada y no estuvimos por la labor. 

Así es que nos despedimos del muy carismático personaje del que toma su nombre el castillo, nuestro Papa Luna, y nos queda la deuda pendiente de hacer una nueva visita a Illueca, en cualquier fin de semana, para visitar el castillo ubicado en tierras aragonesas y dedicarle una entrada también, al castillo y a la localidad, faltaría más. 

Visitado el castillo, ya es la hora de comer, lo que hacemos estupendamente en plan menú playero, pero con un arroz caldoso memorable y hecho en el acto, que merece mención especial en este relato viajero. 

Por la tarde toca paseito por la playa, de lo más agradable.



Nos apetece hacer algo más de ruta y así como por azar, elegimos como destino San Mateu, ya que es uno de los pueblos que nos coge de camino dirección Morella. San Mateu es además la capital histórica de la comarca del Maestrazgo, y por su importancia histórico artística, su casco urbano ha sido declarado bien de interés cultural. 

  A nosotros nos parece un lugar sorprendente, con monumental iglesia templaria. Tuvo que ser un pueblo rico, por su iglesia y casas bellamente restauradas. 

En San Mateu se respira tranquilidad. 



Tiene una plaza central preciosa, y es un placer el callejeo por las calles adyacentes y por sus murallas, que nos sorprenden especialmente, así como las constantes alusiones a los cátaros, en una zona la que el temple gozó de tan importante arraigo. El propio nombre de la comarca: Maestrazgo, así lo indica. 


Puestos a investigar, nos topamos con el nombre de Guillaume Bélibaste, cátaro, que se estableció en Morella en 1314 y que pasó de allí a San Mateu, donde había una comunidad cátara. No terminó bien la cosa ya que en 1422 murió en la hoguera. Bélibaste es considerado el último cátaro. Una interesante historia que ha dado pie hasta alguna novela histórica sobre el personaje. 

Nos quedamos con las ganas de visitar muchos más pueblos y lugares cercanos a Morella que, seguramente, nos gustarían tanto como San Mateu que, sin duda, ha sido la gran sorpresa de este viaje.


Escapada Morella - Comarca del Maestrazgo en Teruel

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30 de marzo de 2015

Hacemos ruta por algunos de los pueblos más pintorescos del Maestrazgo de Teruel. 

Empezamos por Mirambel, que todo lo que tiene de pequeño lo tiene de bonito. 

Una delicia pasear por sus calles empedradas y descubrir sus rincones.


  

Bien conservado y como salido de otra época, hay que ir descubriendo, sin prisas, sus no pocos encantos, y detenerse en lugares como este balcón, con un curioso artesanado que le da su estampa más característica.

Dicen que Mirambel tiene el perímetro amurallado  mejor conservado de la provincia.

 Pero también descubriremos en un mirar pausado, la Iglesia de Santa Margarita, el convento de las Agustinas (¡habitado!) o su casa consistorial.

Y no pocos palacios renacentistas. Estamos en una zona donde había apellidos influyentes que dejaron hermosas mansiones que ahora contemplamos. 



 No podemos dejar de decir que Mirambel ha sido escenario de fragmentos de alguna película como "Tierra y libertad" o alguna serie de televisión como "Clase Media".

 Y es que sus calles te transportan en el tiempo. Hay que venir y comprobarlo. 





Cantavieja es la siguiente parada, que cuenta igualmente con declaración de conjunto histórico artístico. Aunque lo más destacable es la situación de su casco urbano, encima de una montaña y rodeado de barrancos. 



También su plaza porticada, con fama de ser de los lugares más hermosos del Maestrazgo.




En ella está la Iglesia de la Asunción, barroca, la casa del concejo y otros edificios porticados. 

Las iglesias están cerradas, así es que nos quedamos sin ver los interiores.

 Si que pasamos por casas nobles con sus escudos en la fachada y recreamos nuestra vista en los múltiples detalles que encontramos en cualquier balcón o ante la estampa que nos espera simplemente al volver la esquina, en una de las calles que elegimos al azar. 



Interesante en Cantavieja sería la visita al Museo de las Guerras carlistas, donde se explican los principales hitos de este conflicto en la comarca.

Iglesuela del Cid, la más sorprendente. Un conjunto histórico artístico de los que no esperamos, a pesar de su título. Sin duda hubo por aquí unas cuantas familias de gran poderío económico. Lo vemos en los palacios y caserones. Uno de ellos, la casa Matutano Daudén, hoy es hospedería.

 También sorprende la plaza del ayuntamiento con la torre de los Nublos (origen templario) y la casa consistorial. 



El exterior del caserío cuenta con privilegiados balcones desde los que admirar la perspectiva.



Los tres lugares que hemos visitado son muy hermosos. En general esta comarca es de sobresaliente. Comentamos que está más turistizado el lado de Castellón, aunque los precios de las casas rurales, por ejemplo en Mirambel, son más bien elevados. 

Pueblos solitarios y no demasiado concurridos, son un auténtico hallazgo. 

Volvemos a Cantavieja para comer y porque hemos de partir desde allí por la tarde. Una vez más, acertamos con la comida y encontramos un rico menú por 10 euros. Todo muy rico y de buena calidad en el Hostal "Cuatro Vientos". Por cierto que lo del nombre no es ninguna tontería, ya que en esta zona, por su elevación,  corre un viento que nos tiene todo el día sin quitarnos los abrigos y con el pelo alborotado, como la chica yeyé. Se respira sano, eso sí.

Y nuestro viaje se acaba. 

Una última parada en Villarluengo, tras una carretera de vértigo, por la que pasamos por profundos barrancos y curvas, muchas curvas. Maravilloso paisaje y entorno privilegiado, casi será lo principal de esta población.



Menos turística quizás que las anteriores, Villarluengo también tiene bonitos edificios. Destacable la iglesia neoclásica de Nuestra Señora de la Asunción o el Ayuntamiento, de estilo aragonés.



Pero lo dicho, será en el llamado "Balcón de los forasteros", donde encontraremos el verdadero motivo para venir aquí. La vista del abrupto paisaje que rodea esta localidad con la que nos despedimos del Maestrazgo.


Una última parada la hacemos todavía en los llamados "órganos de Montoro". Es una formación geológica espectacular, cuyo nombre viene de que nos recuerda a los tubos de un órgano. Hay quién practica la escalada por aquí.


Fin de viaje, una bonita zona. No demasiado conocida por muchos. ¿Te animas?


Lugares de Escocia - Edimburgo

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22 y 23 de Julio de 2015

Un viaje largamente elaborado, un itinerario difícil de decidir, muchas reservas hechas por internet y más que unas cuantas posibilidades de que algo salga mal. Estamos un poco nerviosos más que ilusionados, por un destino que se nos ha hecho cuesta arriba en más de una ocasión y que parece que por fin hacemos este año realidad: Escocia.

Escocia legendaria, evocadora, mística. Esperemos que las hordas turísticas no nos pulvericen la sensación de adentrarnos en un territorio hermoso y mágico. 

La historia de Escocia es feroz y sangrienta. La valentía y la bravura encajan bien con un pueblo siempre dispuesto a luchar por sus creencias e ideales, con un futuro siempre incierto. Escocia ha sabido mostrar un espíritu libre e independiente, incapaz de ser doblegado por sus tradicionales enemigos. 

Pero si Escocia es guerrera, también es romántica, pues una ciudad como Edimburgo, tan literaria, bien merece ese calificativo y, por último, injusto sería hablar, tanto de Edimburgo, que ya conocemos, como de Escocia en general, sin referirnos a su peculiar sentido del humor, a su amabilidad y a su carácter hospitalario.

Para alojarnos en Edimburgo hemos elegido un Holiday Inn, con habitaciones familiares, algo alejado del centro. No nos ha supuesto problema ya que conocemos Edimburgo de un viaje anterior. 




Nuestro recorrido comienza en la esplanada del castillo, con los preparativos dispuestos para el Military Tattoo.  

No está previsto entrar al Castillo (hicimos cumplida visita en nuestro anterior viaje) así es que, nos dejamos llevar simplemente por el ambiente callejero de la Royal Mile.



Echamos un vistazo rápido al Centro de Exhibición del Tartán, al comienzo de la Royal Mile y nos dirigimos a Victoria Street, esa magnifica calle en curvatura que va a dar a Grassmarket, antaño lugar de ejecuciones, hoy de animados pubs. 



De ahí rápidamente a la iglesia de Greyfriards, un saludo a Greyfriards Bobby, el simpático terrier que permaneció fiel a su amo aún después de su muerte y que tiene aquí una pequeña estatua. La tumba de Bobby puede visitarse en el cementerio anexo a la iglesia, tétrico como él solo, con tumbas enjauladas y siniestros panteones como el de los Mackenzie.



Cementerio entremezclado con las viviendas y con el bullicio de la ciudad. 

Hemos vuelto a la Royal Mile, esa Milla que va del Castillo al Palacio y por la Old Town descubrimos los "closes", esa suerte de rascacielos medievales, donde pobres y ricos se disputaban el escaso espacio, con desventaja para el que menos tenía, condenado al hacinamiento y a la suciedad de los sótanos. 

A lo largo de la Royal Mile, hay unos cuantos closes bien señalizados, como también lo están los tramos en que se divide la calle, Castle Hill y High street son los dos primeros. 

Visitamos S.Giles, conocida como la Catedral de Edimburgo, aunque no es tal.




Su interior es elegante y lleno de placas conmemorativas, como la dedicada al escritor Stevenson, también hay banderas. No hay altares ni estatuas, como corresponde al culto de la iglesia de Escocia. 

En la Plaza del Parlamento nos detenemos ante el Corazón de Midlothian, en el que escupir da buena suerte (y hay quién lo hace, si). 

Seguimos hacia arriba pasando por varios museos (de Edimburgo, de los niños, de la Ciudad) hasta vislumbrar el Parlamento escocés y el Palacio de Holyrood. 



Descartamos subir hoy a la colina de Calton Hill y más bien volvemos a desandar lo andado, saliendo hacia la New Town que visitaremos con más detalle mañana.



Tenemos una agradable sorpresa a la vuelta, una banda de gaiteros tocando en el Hotel Balmoral. Tocan en honor a alguien que se aloja en el hotel, pero no logramos descubrir quién era aunque bajó a saludar. Resulta emocionante escucharlos. Estar ahí y verlos, realmente ha sido un privilegio. 



De vuelta a casa buscamos un lugar para cenar en una popular cadena de cuyo nombre prefiero no acordarme, pero que resulta ser la favorita de nuestras hijas. 

Vuelta al hotel tras veinte minutos de espera en el bus :((

Lo compensamos con las hermosas imágenes del atardecer que nos deja Edimburgo en este primer día.



Todavía pasaremos un día más completo en Edimburgo en el que, por la mañana, nos dedicaremos a recorrer la New Town. 

Entre la Old Town y la New Town, los Princess Gardens, llenos de gente sus praderas cuando estuvimos hace unos cuantos años en Edimburgo, pero esta vez hace muy mal tiempo (frío, lluvia, viento, sol, lluvia, viento, frío, sol, lluvia y todo en intervalos de unos diez minutos, una locura). 






En los jardines, al inicio, vemos un encuentro de varios grupos folklóricos procedentes de Alemania, Italia y Francia, que van a estar actuando a lo largo de la mañana junto con un grupo anfitrión de Escocia, intentaremos encontrarnos con ellos en algún momento de la mañana.



Dejamos la exhibición para más tarde y recorremos los espléndidos y acogedores jardines. A lo lejos la impresionante y característica silueta de la Old Town.



Nos acercamos después a Charlotte Square, a un extremo de George Street y paralela a Princess Street. 



Charlotte Square es la plaza más representativa y elegante de la New Town y el más característico ejemplo de la arquitectura georgiana. Trazos rectos, pulcros, ordenados, en esta parte de la ciudad que pretendía ser una alternativa al abigarramiento de la Old Town, tan incómodo (eso pensarían sus habitantes de las clases sociales más altas) para la vida cotidiana, en la que la coexistencia con las clases más bajas era inevitable. 



Nos admiramos de las elegantes calles de esta zona, George Street, con sus edificios oficiales o Princess Street con sus lujosas tiendas, siempre tan animada y el magnífico monumento a Sir Walter Scott, al fondo ya en los Princess Street Gardens a los que después de bordear los Queen's Gardens, de propiedad privada, volvemos para presenciar la actuación del grupo escocés.

Lo vemos en primera fila, (qué suerte) y disfrutamos de un surtido número de danzas escocesas, ejecutadas con mucho encanto por un grupo peculiar, pues es gente de todas las edades y orígenes (si bien predomina el elemento nacional, resulta curioso ver a japoneses con el kilt completo)



Nos ha gustado mucho ver esta actuación y nos enamora la profundidad del folklore escocés con esa conexión inmediata con los elementos celtas, tan evocadores y mágicos.

Vamos a comer a un "Prêt a manger" (mejor que en McDonalds, no nos engañan más nuestras hijas) y por la tarde nos queda pendiente la subida a la colina de Calton Hill. 




Así lo hacemos, encontrándonos con el Monumento a Nelson que parece un telescopio al revés, el edificio que recuerda el Partenon y que quedó inacabado y otros, todos del siglo XIX. Aunque lo característico de Calton Hill son las magníficas vistas de la ciudad de Edimburgo. 




Todavía nos acercaremos a la Royal Mile para ver si encontramos abierto alguno de sus museos gratuitos, todos tan interesantes, pero lamentablemente cierran a las cinco p.m., así que, aparte de pubs que empiezan a llenarse de gente ya a estas horas de la tarde pero a los que descartamos entrar por ir con menores, de visitas culturales, ya nada. 



La alternativa es "The Elephant house", cafetería con encanto, en la que se dice escribió Harry Potter la Sra. Rowling y visitada también por muchos escritores. Está en la zona de Greyfriards. Nos pedimos una bebidas calientes (también se puede cenar allí) y nos estamos un buen rato, ya que el lugar resulta muy idóneo para descansar y conversar con calma de lo que ya hemos vivido en este viaje y de todo lo que nos queda por hacer. 

A la salida encontramos todavía mucha animación por las calles de la Old Town, podríamos recorrer una y mil veces la encantadora Milla Real sin cansarnos, simplemente observando el devenir de la gente, deteniéndonos a escuchar a un gaitero o a cualquier músico callejero, u observando un rincón que se nos había pasado desapercibido. 



Y ahora sí, nos vamos despidiendo de la bonita ciudad de Edimburgo, que nos atrapó la primera vez que la visitamos, hace ya unos cuantos años y que vuelve a hacerlo por segunda vez y esperamos que no sea la última.


Al contrario de aquel primer viaje a la capital de Escocia, en la que visitamos Edimburgo a fondo, esta vez nuestro viaje continúa.



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